jueves, 13 de septiembre de 2007

Un punto en el mapa

Podéis destrozar todo aquello que veis,
porque ella de un soplo lo vuelve a crear,

como si nada, como si nada.

Manzanita



Ayer volví a poner un mapa para contar mis visitas.

Hoy leo que los padres de Madeleine parecen más culpables que ayer. Se dice que pudieron lanzar el cadáver de la niña por la borda del yate de un británico amigo. Yo que no soy una portera no quiero acusar a nadie. En verdad soy tan reservado que apenas cruzo palabra por mi casa. Voy de habitación en habitación con el tiempo justo para reflejarme en los espejos como alguien mudo. Sin embargo yo estoy en este caso con las estadísticas que dicen que rara vez se da un secuestro en un edificio habitado, y no es que lo diga yo, es que lo dicen las estadísticas de la policía portuguesa, de la que no dudaremos a estas alturas, habida cuenta del trabajo de alta costura que fue abatir al engendro solitario que se ocultaba tras la peluca y la metralleta. Aquella policía tan ibérica como la nuestra y quizá con mejor reputación tiene todos mis respetos pese a un único borrón, no haber caído con sus 6 robustos mazas sobre los tres magníficos cuando decidieron el destino de las bombas en su, por lo demás, turística visita a las Azores.

En verdad que para hacer hincar la rodilla a José Mari no se necesitaba la fuerza hérculea del gimnasta que entrena haciendo barras como Gervasio Deferr, bastaba una indicación de George W. Y aunque no soy un experto en los políticos del Reino Unido, la intuición me dice que el recién reconvertido al catolicismo, más vale tarde que nunca, el insigne Tony Blair era en política internacional tan plegable a los designios de ultramar como nuestro carismático líder Aznar. Vamos que eran los perfectos compinches que jamás pudiera imaginar la embebida cabeza de analista militar de George Bush. Capaz de perder al ajedrez jugando con una reina por cada peón del contrario.

Digo aunque sea por decir que me va cogiendo pinta la familia McCann de ser culpable. En la humilde opinión de esta portera esta gente tiene además el gravamen de ser especialmente monstruosa, pues al desliz de un accidente si es que lo fue unieron querer salir de rositas, orquestando con tanto ruido como pudieron una campaña que los tuvo viajando aquí y allá logrando adhesiones, que no eran en realidad hacia ellos, sino hacia aquella niña apenas que miraba la vida desde el fondo de unos ojos de dibujo animado.

En esta caso no sirve aquello de que la verdad les hará libres. O quizá sí. Puede que descubiertos en sus miserias, cuando por fin la verdad resplandezca encuentren ellos la paz de no deber nada. Porque entonces quizá estén ansiando el castigo que restituya de algún modo y en el lenguaje de los hombres la justicia de esa pequeña vida arrebatada.

También puede ser que ellos sean inocentes, y que el pálpito de esta cabecita que llegó sin nada que decir sea un error, como tantos otros. Si fuera así anticipo una disculpa, después de todo no soy más que un puntito en el inmenso mapa. Sin más libertad que la de aflojar aquí lo que me viene en gana. En el fondo uno quiere equivocarse, porque equivocarse en este caso es confirmar que la niña sigue viva,

ojalá.

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