miércoles, 19 de septiembre de 2007

Y pienso que

Si em dius adéu,
vull que el dia sigui net i clar.

Que tinguem sort - Lluis Llach



es una lástima recorrer unos miles de kilómetros para morir. Ya he dicho recogido aquí alguna vez la evidencia de que la muerte es fenómeno que atañe a uno solo. Que no hay modo de escapar, que no hay forma de afrontarla en compañía de otros, pues aunque los otros te tomaran la mano para hacerse presentes, ellos se quedarán, al menos de momento. A la muerte se llega como a la vida, completamente solo.

Yo hablo sobre ella de vez en cuando quizá para que cuando llegue me trate como a un viejo conocido. Que me sea tan poco hóstil que marchar con ella no parezca tan malo. Aunque la espero para dentro de muchos años, he llegado al firme convencimiento de que no voy a ser eterno.

En realidad los vivos estamos rodeados de muerte. La hay por todas partes, en los informativos, en la prensa y hasta en la calle. ¿A quién no le ha tocado de cerca? ¿Quién no la vio aparecer buscando a alguien? Quién no se dijo entonces que la vida vale tan poco...


Leo hoy que aquel rumano quería regresar a su país a cualquier precio. El precio en realidad eran 400 euros, pero no los tenían. Así que decidió hacerse ver en las televisiones quemándose a lo bonzo, prendiendo sus ropas empapadas en gasolina. Hay imágenes de todo ello. Y no sólo fotos, hay un vídeo en el que se pueden ver las llamas vivas a su alrededor.

Su familia, su esposa y su hija gritaban fuera de sí. Unos policías intentaban quitarle la ropa y que rodara por el suelo. Consiguieron ambas cosas. Aquel hombre quedó prácticamente desnudo a los ojos de la cámara, y se fue caminando hasta un rincón junto a la pared de un edificio como no sabiendo que más hacer. Como abandonando el escenario mediático para dejar sitio a otro. Dejando los focos que alumbran al protagonista para esperar simplemente por ver qué ocurre.

Y se le veía de pie. Allí sin una sola muestra de dolor pese a tener el cuerpo quemado en un 70% de su superficie. Estaba serio pero con la apariencia de quien ya dio todo el espectáculo que estaba dispuesto a dar, como si aquellas quemaduras no fueran con él, no fueran en su propia carne. Y puede ser que el dolor de entonces por vivo le hubiera nublado la conciencia.

Por su aspecto parecía una persona que acabara de salir del arroyo y buscará entre las piedras la ropa seca para volver a casa. Claro que alguien debió llevarlo hasta el hospital cuando se apagó el piloto que advierte la grabación y allí quedó ingresado en estado crítico hasta hoy mismo.

Mientras tanto alguien con una empresa en Cuenca viajó hasta Valencia para ofrecerle trabajo en ella. Un inmigrante que se hacía cargo de sus circunstancias por haber vivido algo parecido hace unos cuantos años. Intentó contactar con la familia pero le fue imposible. No hubo forma pese a sus esfuerzos. Así que se volvió con su oferta y sus buenas intenciones por donde vino.

Su familia quedó cerca hasta hace unos días, hasta que resueltos los problemas que hacían inviable el viaje emprendieron camino de regreso a Rumanía. Hoy el Consulado rumano dice que ellos les hubieran ayudado de haber conocido el caso.

Los médicos les habían advertido que existía la posibilidad de que el hombre falleciera durante su ausencia, pero ellos no debían creerlo como yo no creía que aquel hombre junto al muro fuera el mismo que había devastado su cuerpo unos segundos antes por intentar conseguir, sin garantías, un puñado de euros que costearan el viaje con los suyos.

Ellos ya están donde querían. Han vuelto a un pasado mejor. Él ha muerto hoy. Es apenas un titular de la descarnada prensa del día. Ha logrado reunir los 400 euros y le ha costado la vida nada más.

En el artículo no pone su nombre y yo no lo recuerdo. Desde el día 4 de septiembre en que se quemara ha transcurrido un mundo. Un montón de muertos sin nombre y sin causa.

Quizá uno de los mayores hallazgos de la vida sea el amor. No sé si en su acción había amor para dar lo que no podía dar de otro modo, pero sospecho que en la escapatoria de estos otros no lo había. Había nada más interés en llegar a casa cuanto antes.

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