lunes, 7 de enero de 2008

El brazo y el tigre

Yo no sé si ha servido de algo o de nada.

Erase que se era - Silvio Rodríguez



He leído esta mañana que un alemán del que convendrá recordar el nombre, Werner Wilfrang, regaló su brazo a los tigres allá por el año 97, antes del camelo que nos contaron que iba a arrasar literalmente el cerebro de los ordenadores para devolvernos a la era feudal. Alguien nos previno y gastamos fortunas ingentes con los dedos cruzados. A Werner nadie ni nada le previno o acaso fue plenamente consciente pero luego a medias debió parecerle doloroso y quizá no quedó conforme después al tener que arreglarse con una sola mano, así que decidió demandar al circo propietario de los tigres, que no a los propios tigres, y al ayuntamiento de la Vall d´Uxo, que había concedido licencia al circo.

Digo que habrá que prestar especial atención a este caso, de Werner por ver si podemos extraer alguna enseñanza. Parece que este hombre vio el remolque de jaula donde se encontraban los felinos, vio también las vallas protectoras que decidió saltarse para intentar dar de beber a los animales con sus propias manos. Algo muy sensato si nos los imaginamos sedientos, los pobres. Lo malo es si además de faltos de agua están también faltos de comida. O tal vez entiendan en el universo infinito de la reacción para cada acción que aquel brazo desconocido invadiendo su espacio era poco menos que una agresión. Porque puede ser que no entiendan que Werner lo único que quería era dar de beber a los tigres de bengala como si fueran gatitos de angora.

No les podemos exigir a los tigres que entiendan de nuestras intenciones. Después de todo no son los reyes de la creación, somos nosotros. Por eso siguen desnudos y caminando a cuatro patas, y algunos encerrados en el circo para divertirnos. Sin embargo yo sospecho que Werner no entendió tampoco lo que significaban las vallas protectoras. Por eso las apartó para llegar hasta la jaula. Por descorrió el cerrojo de la trampilla por donde se los alimenta. Porque seguro que las vallas y el cerrojo eran españoles y el hombre no debía llevar mucho en el país como para entender su significado. Probablemente en Alemania las vallas significan otra cosa. Como en las olimpiadas quizá están para saltarlas.

Así que introdujo su brazo en la jaula y alguno de los animales, pendenciero, se lo enganchó para quedarselo.

Ahora el Supremo dice que el único culpable es el propio Werner, menuda sorpresa. Que estuvo falto de prudencia. Yo creo que sí. Que fue poco prudente. Habría hecho mejor pasando de largo.

La cuestión es saber si esto servirá de algo. Si alguien habrá tomado nota.

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