lunes, 21 de enero de 2008

La bolsa

No sabes lo que sientes.

No sé mañana - Rosana



Estuve pateando Santander el sábado. Era una especie de Julia Roberts pero en feo, con greñas algo despuntadas y sin esas piernas interminables, a cambio con un par bastante dobladas, que son las que tengo. Quizá más adelante les ponga en un tratamiento de Corporación Dermoestética, quizá puedan encajarlas en unas escayolas y se acostumbren a estar bien rectas, casi como vías de tren. Aunque también puede ser que las deje como están, y termine siendo un viejito con las piernas formando un gran interrogante.

Estuve gastando en rebajas alrededor de 300 eurazos, que sin ser una fortunaza dio para llenar bien un par de bolsas, vamos que a mí no me venían a atender como a Julia y a Richard, pero yo iba sin dar abasto, con el ojo crítico del que se deja influir más bien poco por modas pasajeras. Me bastaba un vistazo a las prendas así recién caídas sobre mi percha, que ya no es tanto como era, soy percherón cuando antes era caballete. Y la culpa es tanto mía como de esta vida, que como dice la canción, me ha hecho así.

Claro que yo entonces no intuía el desplome de la bolsa. Y aunque es un secreto contaré que soy dueño de un número determinado de acciones, regalo de mi padre, que con buen criterio pensó que entretanto no sabemos que hacer con ellas, pueden subir. La verdad es que nos las regaló a cada hijo cuando éramos unos niños. Y han ido creciendo poco a poco invirtiendo los intereses en nuevas acciones.

Pero hoy el Ibex se ha desplomado, así que de algún modo he perdido una porción importante de un dinero que no tengo, ni he tenido nunca. Era nada más un cálculo teórico. Una circunstancia puntual, sujeta a un momento determinado. Ese dinero, ayuda estimable para el día en que decida que no sigo de alquiler se ha ido por capricho del destino al limbo. Está dentro de la chistera de un mago sin más trucos que una gráfica a rotulador.

Y la verdad es que siempre me he movido con torpeza en esos ámbitos. Por desconocimiento claro. En su día cuando las acciones de Vueling estaban por los suelos pensé en invertir. De hecho se me pudo oír decirlo. -Creo que es una buena oportunidad, seguro que suben.
Claro que yo no había viajado nunca con esa compañía aérea de manera que no conocer si era buena o mala me detuvo.

Aunque dicho así pudiera parecer que poco menos que estoy hablando de adquirir la compañía, por supuesto hablamos de una inversión pequeña, proporcional a mi importancia. Pero no lo hice y luego las acciones por razones que atañen a quien entra en la compañía y a quién había salido poco antes, que fue la misma persona duplicaron su valor. Así tal cuál. Mil euros en acciones se habrían convertido en dos mil. Y dos mil en cuatro mil. Tan sencillo.

La clave es vender en el momento apropiado. Que suele ser cuando uno da el beneficio por bueno. Supongo que depende de la ambición de cada cuál.

Yo no he pensado en vender nunca mi puñadito de acciones. Las que tengo. Y no porque espere sacar demasiado. Es algo que me viene dado de forma que me contentaría con lo que fuera. Que a estas horas no sé si será mucho porque la bolsa temerosa de la recesión que se apunta en Estados Unidos va y se desploma. Mis acciones han perdido casi un 7% de su valor. Así que ha ocurrido como cuando uno compra un coche nuevo. Al día siguiente vale menos. Y puede ser que esto sea la punta nada más, y ocurra que la burbuja se termina rompiendo.

Dice Solbes que Europa está preparada. Yo desde luego lo estoy bastante. Tengo unas compras en el armario que me recuerden los tiempos mejores y estoy más que dispuesto a cenar zumo de naranja exprimido de aquí a los restos.

Hoy fui a nadar. Incluso me atrevería a repetir.

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