domingo, 6 de enero de 2008

La montaña

Un barredor de tristezas.

Rabo de nube - Silvio Rodríguez



Quizá sea este el primer momento en muchos días en que puedo venir sin prisas. Llego de días ajetreados, con visitas o con quehaceres sin importancia que se volvieron urgentes, aún sin importancia porque yo no soy de hacer grandes cosas.

Ya decía yo que había tenido varios momentos para echar de menos escribir algo. Quería por ejemplo mencionar a Dolores que se subió a morir desnuda a la montaña porque lo encontró absolutamente revelador en un pasaje de la Biblia. O eso cuentan, que lo subrayó. La salvación está en la montaña.

No hay duda de que Dolores merecía ser salvada, pero no por la montaña ni por un Dios que de verdad existe, aunque sus noticias sean nada más permitirnos seguir vivos, todavía. Y que sospecho que tiene que ver cada vez menos con Benedicto XVI que es Ratzinger, tal cual, disfrazado.

Dolores merecía la salvación de alguien cercano. De alguien que viera su deriva hacia la nada. Cuentan que tenía familia y un novio. Y yo no puedo entender que nadie entre ellos descubriera su tristeza, sus anhelos, su frustración, su desesperanza.

Es cierto que determinadas personas erigen un fortín y se vuelven inalcanzables. Lo guardan todo para sí, de manera que nunca sabes lo que piensan, ni lo que les preocupa. Son personas al otro lado de un muro.

Pero en el fondo creo que siempre hay un detalle que trasluce. La forma de mirar quizá, que es el espejo del alma. Ocurre, sin embargo, que nadie lo supo ver.

Vivimos un siglo distraído.

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