lunes, 4 de agosto de 2008

Dar la mano

Me pintaba las manos y la cara de azul.

Volaré - The Gipsy Kings



Que vale, que estaba condicionado. Es verdad. Me dijo Fermín que no diera la mano a los turcos porque se lavan el trasero con un chorrito de agua y empleando la manita para que el agua llegue a todos los rincones. Y claro yo estaba influenciado, porque al abrir allí los váteres que no eran un agujero en el suelo, allí estaba el chorrito, orientado directamente hacia el trasero cuando se está sentado.

Así que yo me propuse dar la mano lo menos posible, y cambiar el saludo por golpear amistosamente el hombro o la espalda de mis nuevos conocidos preguntando quizá ¿como va eso?

Pero el primero que me ofreció la mano lo hizo tan inopinadamente y tan de improviso que no me dio tiempo a recorrer la distancia entre nosotros ni a colocarme para que aquel, mi saludo resultara natural. De todos modos con aquella persona sentí una gran simpatía de inmediato, así que se trato nada más de dar la mano sin pensar a cambio demasiado. Y es que el vendedor, que son siempre vendedores de algún modo, se había estado riendo de buena gana simplemente porque le dije "buenas tardes" y "¿cuánto cuesta?" en turco, juntando dos frases hechas de las que vienen bajo el apéndice "Vocabulario básico" de mi guía de viaje.

Pero mis esfuerzos en su lengua materna le debieron parecer entrañables, porque no paró de reír y hasta creo que tras darme la mano acabó dándome unas palmadas en la espalda, muy naturalmente. Conste en cualquier caso que el turco se habla como se lee, así que no era mi pronunciación lo gracioso, sino quizá nosotros.

Ese día, más tarde, tras recibir una lección intensiva en una tienda de alfombras por alguien que se decía de origen español, tomando té de manzana tranquilamente mientras se afanaban en mostrarnos alfombras turcas, que con las persas son las mejores del mundo. Pena que no tenga casa en propiedad, sino esto otro de mi casera, que no siento como mío y que malditas ganas tengo de adornar...

Decía que disfrutando del té y la compañía, una vez quedó claro que en el vendedor no esperaba en el fondo de su cerebro que nosotros termináramos sacando la VISA, nos encontramos cogiendo unas tarjetas y aplazando una nueva cita, con más ansías de alfombra, a nuestra vuelta de la Capadocia, donde íbamos a visitar una fabrica de alfombras dirigida por una especie de George Clooney turco, que debía vender por docenas, encantado de haberse conocido.

Y a la salida de esta primera tienda nos encontramos a Alan, que era otro galán turco, entrado en años y jovial, que insistió en invitarnos a un té en su tienda ¿pero cuántos tés son buenos para el organismo humano? Así que le dijimos que no, que ibamos buscando un sitio concreto para comer y que llevábamos prisa, pero dijo que aún así pasáramos a su tienda, sin té, y pasamos.

Allí fue fotografíado en medio de un mundo de alfombras bailando con Sestea, a la que preguntaba si soy celoso, aunque se viera a las claras que no. Y luego se fotografió conmigo diciendo que era físicamente como un jugador de fútbol que desconozco, y que parecía turco por mi fachada, aunque me decía, "todo un gentleman", truco hábil para terminar vendiendo, aunque no cuajó. En cualquier caso terminó dándome la mano y yo hábilmente se la cogí un poco arriba, casi por la articulación de la muñeca, dejando sus dedos descolgados, pero entonces se la quedó mirando como si no terminara de entender que nadie diera la mano tan mal dada, y me la cogió como corresponde, sin dejar un centímetro de mi piel sin cobertura y con fuerza. Como la dan los hombres. Y yo me di por vencido pensando: "Cógela bien cogida y lávate con ella".

Pero no quisiera parecer descortés. Alan era un fenómeno, y al fin y al cabo en los baños había papel higiénico aunque la higiene de sus interiores no fuera para quienes los mantenían una cuestión capital. Eso sí, en muchos de ellos había que pagar 50 kurus por entrar, que es media lira turca, es decir, 25 céntimos de euro.

Y en el fondo qué más da. Si sus manos no estaban limpias, siempre estaba a tiempo de lavar las mías.

Y lo hice muy a menudo, con jabón.

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