lunes, 18 de agosto de 2008

El frigo y el jamón

Como lo pienso voy.

Soy - The Gipsy Kings



El tetra brik de zumo de mandarina natural se ha quedado congelado. Tenía un frigorífico lleno de hielo y ha sido descongelarlo y parece que lo hubiera comprado nuevo. Conste que el congelador estuviera lleno de escarcha era toda una ventaja, pues Sestea me rompió la puerta del congelador una Nochevieja que tuvimos visita y nos quedamos sin hielo pa los cubatas. Así que como es mu mañosa, estuvo golpeando con un cuchillo hacia todas partes y se cargó un alambre de sujeción y la puerta del congelador, se cae por su propio peso. Hasta que se hace hielo y es el propio hielo el que actúa de refuerzo pa la puerta. Aunque eso era antes, desde que lo he descongelado parece un frigo del último modelo, de tanto frío que da, y eso que es del año de mari-castaña. Que pa mirar dentro hay que encender la luz de la cocina, no tiene ninguna bombilla, aunque pa lo que hay que mirar. Ahora la puerta tampoco es problema, porque he logrado encajarla de tal modo que ya no se cae al abrir la del frigorífico. He conseguido anular la fuerza de atracción del movimiento repentino, la de vidas que se podrían salvar si lo trasladamos a los aledaños del metro y el tren, que no son pocos los absorbidos contra su voluntad por la fuerza de paso de la máquina que actúa del mismo modo que una puerta de frigorífico abierta de golpe.

Estoy pensando en comprarme un jamón, no sé si lo he mencionado ya. Le pregunté a mi madre si había algún truco pa elegir la pata, que no sé si los jamones son como los melones, pero sí vislumbro que un melón te puede salir malo y no sé pierde nada, además un melón si está frío puede tener un pase, pero si lo malo es el jamón me dirás que menudo negocio. Aunque, todo sea dicho de paso, el jamón que yo compraría no es ibérico de bellota precisamente.

Mi madre en vez de decirme trucos me ha dicho que no lo compre directamente, le parece que haría mejor si me lo compro ya cortado como vengo haciendo. ¡Si lo que yo quiero es cortarlo! ¡Que siendo así hasta parece que lo hubiera cazado! Dice que se me va a poner duro, que es tirar el dinero, no sabe que ya me han contado trucos para conservarlo, a saber: ponerle el trozo de jamón que se le quita al abrirlo como si fuera un gorrete, o se le puede poner un paño, es lo que se ha hecho en mi casa toda la vida, o como dice un compañero se le puede untar manteca de cerdo y conserva en tan buen estado como si siguiera pegado al cerdo y aún se dedicara a patear los montes el muy afortunado, o a dar pequeños pasos en la porqueriza el menos, como aquellos que hacen vida de reclusión en los distintos guantánamos donde los crían para matanza. ¡Cuánto hay que no conocemos! Mejor no preguntes.

A veces me pregunto acerca del sino de mi vida. Llegué ya a la conclusión de que me ocurren cosas que no me parecen del todo normales, y espero que esto no se entienda como que me doy importancia. Al contrario.

Salí el otro día de casa para ir a tomar un café temprano por la mañana. Este fin de semana largo fue. Vestía camiseta corta, pantalón corto y chanclas, de estas que metes el hilo entre el dedo gordo y su vecino en el pie. Hay que ver, como me molestaban y como me he acostumbrado de bien. Tan solo he necesitado unos cuantos días y ya no son ninguna molestia. Los dedos se han adaptado perfectamente. Según estoy bajando las escaleras, vivo en un primero no soy ningún héroe, reparo en que no he cogido un paquete de kleenex, que suelo llevar. Entonces pienso que no estoy constipado, que cuento con que seré capaz de beberme el café sin arrojármelo encima y termino de bajar sin volver atrás.

En esas que según salgo por el portal piso un charquito minúsculo y la chancla hace de catapulta con el agua y me va directa a la mano que acompaña elegantemente mi paso. Al notar la salpicadura y mirarla veo unos puntos de agua negros como el carbón. Y entonces me vuelvo a acordar del kleenex. Y me digo que soy así. Siempre a punto del arrepentimiento.

Y me vuelvo para arriba.

Total, no hay prisa para nada.

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