martes, 7 de febrero de 2006

(Banderas) (Muertos)

Jose Luis Perales cita, si no recuerdo mal, el diario "El Mundo" en una de sus canciones para concluir que hay gente maravillosa. Claro que la hay. Él habla en ella de la sección de contactos, yo lo traigo a colación por un titular que me llamó mucho la atención. De hoy mismo, en la página 24, transcribo literalmente:



MANIFESTANTES QUEMAN LA BANDERA DE ESPAÑA EN UNA PROTESTA EN IRAK

Al menos 6 personas mueren en violentas protestas en Afganistán, Somalia y El Líbano




Esa es la noticia. Aunque hay otra subliminal, callada pero concisa. Está ahí aunque haya que fijarse un poco para descubrirla. Está latente pero ahondando aparece como una revelación. Para el redactor de el periódico la quema de la bandera española merece ser el titular porque los titulares se resalta aquello más importante de la noticia. Por eso deja para el subtitular que hayan muerto 6 personas por este caso de las viñetas con Mahoma. Para el redactor es más importante la quema de la bandera que este asunto haya causado ya algunas muertes (a estas horas al menos siete).

Es curioso que comentando la noticia esta mañana me dice una compañera con un punto de indignación en la voz, por si yo no estaba al tanto: ¡Pero si quemaron una bandera española!


Hasta ese punto hemos llegado no se sabe muy bien como. Se da mayor importancia a la quema de una tela que a que alguien haya vivido justo hasta ayer (hasta hoy) porque todo esto del profeta y la libertad de expresión se lo llevó por delante. La vida humana vale tan poco (cuando no es la propia ni la del entorno, por supuesto). Esas muertes nos quedan demasiado lejos, ¿son acaso inevitables? Alguno se solivianta porque unos cuántos exaltados le prenden fuego a un trozo de tejido que no da ni para servir de abrigo. Yo particularmente prefiero que protesten incendiando la bandera que prefieran, las tenemos de todos los colores a que se prendan fuego a lo bonzo, como ya hicieron algunos en el pasado, o peor aún que prendan a alguien que no se presentó voluntario a tanto protagonismo. De hecho voy un poco más allá, creo que sería una medida hasta saludable si arraigara como un acto más llegada una edad. Igual que se lanzan los bonetes en la graduación debían quemarse unas cuantas banderas. Yo aseguro que si este comportamiento se volviera una acción generalizada en todo tipo de festejo habría menos guerras y menos fanatismos.

La distancia entre los que escriben en primera página de un periódico de tirada nacional aquello de que nos quemaron la bandera, de aquellos que entienden aquel acto como intolerable y la de los que la queman, con cuidado de no chamuscarse los dedos, para protestar por lo que entienden una falta de respeto a su fe no es tan grande. En ambos casos se otorga más importancia de la que se debe.

En mi opinión existe y debe existir libertad de expresión. Entendámosla generalizada para que no quede nada sobre lo que callar, pero no era necesario hacerla valer para un tema tan peliagudo. Hubiera sido mucho mejor pensar que se podía hacer sin hacerlo. Decirle al dichoso dibujante, al director de aquel periódico que para emprender esa tarea mejor no salir de la cama. Su orgullosa posición en defensa de su boca ha costado y costará vidas, y quizá un cisma difícil de reparar con aquellos que hoy parecen aún más distintos a nosotros.

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