jueves, 16 de febrero de 2006

Más anuncios

No quisiera resultar pesado cuando digo que hay anuncios muy malos, pero lo tengo que repetir porque es cierto y son ellos los que los reponen una y otra vez sin descanso. Y cuando uno los ve comenzar bendice al genio que inventó el mando a distancia pues es la escapatoria perfecta si es que no nos llaman por el pasillo (a mi particulamente me sorprendería sobremanera) o nos encontramos en paz con la vejiga y demás necesidades fisiológicas.

Yo pulso raudo y veloz apenas transucurridas unas décimas de segundo del aborto televisivo, soy acaso el más rápido pulsando el botón de canal arriba, canal abajo de todo mi edificio, aunque, todo sea dicho, no me he medido todavía con ninguno de mis vecinos. Un poco porque no los conozco y otro poco porque hasta yo me doy cuenta de que esta rara habilidad mía no ha de despertar pasiones (a lo más envidias).

Algunos anuncios son escalofríantes. Te recorre un escalofrío cuando te imaginas la sala de creativos con el humo del tabaco flotando bajo los halógenos. Y aquellas mentes despiertas hilvanando creativas soluciones para vender (el anuncio al anunciante y en menor grado para que este venda su producto a los consumidores). Uno se imagina aquella habitación con 10 o 12 personas a los lados de una mesa bien larga. Todos los apuntes desordenados, vaciadas las cabezas en una tormenta de ideas. Uno arrodillado sobre la silla mordiendo el extremo de un boli para gritar inopinadamente, ¡Lo tengo! Entonces se hace el silencio y el lumbrera cuenta su idea, ante el asombro de unos y la incredulidad de otros. "Esto es sin duda lo mejor de lo expuesto hasta ahora".

Imaginen, un tipo con cara de chiste descuelga el teléfono y dice socarrón tras un segundo de espera: Sí, y mi abuelo es pirotécnico. La siguiente escena es mostrar al viejo con pinta de excentrico pirotécnico lanzando unos fuegos artificiales. Esto contado así es un anuncio cojonudo. Vamos que habría que analizar las ideas que descartaron por no parecer suficientemente buenas. Un escalofrío te recorra el espinazo.

El anuncio en cuestión es de esta empresa de seguros de coche del telefonito con ruedas, no es difícil imaginar cómo daban la aprobación a la idea tal vez porque se les había echado el tiempo encima y ya no podían encargar el asunto a otros, muy probablemente se anotaron en rojo en la agenda de mano (quizá con sangre): "Con estos, la última vez".

-De perdidos al río. Hagan un casting y elaboren un poco más la idea.

El casting arrojó claro está a alguien con cara de chiste para atender el teléfono (al que por la pinta se le tendría que crujir con un seguro exorbitado) aunque diga en una interpretación de Oscar lo de: Sí, y mi abuelo es pirotécnico. Tiene una pinta de tonto muy conseguida. Pero es un tonto resabiado que sabe que esas ofertas no pueden ser ciertas. Por eso deja caer ese comentario de niño de 8 años. A no ser, claro está, que su abuelo sea pirotécnico (que lo es). La verdad es que el anuncio tiene miga. El pobre televidente ha de caer en las redes por tanta audacia.

Capítulo aparte merece sin duda el personaje del anciano pirotécnico. Vestido muy fashion, sin temor a quemaduras se encarga en el anuncio de prender las mechas de los petardos en un alarde de agilidad y sentido del ritmo (del que tienen que conocer tanto los mejores para las Mascletás de Valencia). Pero lo mejor de todo es que como parte del espectáculo pirotécnico el abuelo realiza un baile que no tiene desperdicio. Como si aquellos movimientos festivos con las manos llevaran el espectáculo de fuego y sonido hasta cotas espectaculares antes nunca alcanzadas. No es difícil imaginar la negociación previa al lanzamiento de los fuegos.

- Con baile les tendré que cobrar al menos un 30% más.

Y los promotores asintiendo. Es la ley del mercado, y puestos a hacer el gasto que salga del mejor modo posible.

Es un anuncio de humor finísimo. Y conste que en esa rama publicitaria la competencia está por los suelos. Solo hay que recordar al erizo aquel que presume de vacaciones porque contrató un seguro muy barato. Todos sabemos que los erizos no conducen, y por si fuera pequeña esa certeza es más que evidente que ese en particular no podría llegar a los pedales, es demasiado pequeño. Además es bastante enojoso el trato que dispensa a otros animalillos que salen con él en el anuncio. A mí me altera mucho. Le he cogido una manía... Y lo peor es que pagarán justos por pecadores, porque ahora no soporto a los erizos, todos me recuerdan la arrogancia del que sale en el anuncio (que distinto al Espinete de mi niñez, tan amigo de Don Pimpón, fuera lo que fuera ese tipo tan salau). Dios quiera que no me cruce con un erizo al volante de un vehículo asegurado, no sé si seré capaz de evitar el atropello.

En fin, si esa idea del pirotécnico, del astronauta o de la animadora con pompones se llevó a la pequeña pantalla, no podremos quejarnos de que en la tele tiene cabida ya cualquier cosa. Lo sabemos desde hace años.


Otro anuncio tremendo es el de los seguros esos del Sol. Sé la marca, pero prefiero no mencionarla (de alguna forma comenzaron a ser la competencia). Una voz narra gravemente que "Un día entró en un mundo de soles" de fondo una melodía bastante aceptable que tendrá que cargar con el estigma de haber sido ultrajada en aquel engendro . Para echarse a temblar. Es casi seguro que el discursito fue concebido en una noche de borrachera, cuando todos los gatos son pardos y se entra en los mundos de los soles en cada pub o discoteca. Puede ser incluso que sea una precisa descripción de los efectos de alguna droga de diseño o similar que el creativo experimentó en una noche de desenfreno que no ha podido olvidar. Quizá por los mismos efectos secundarios que desde entonces va arrastrando.

De este anuncio que pretende cierta solemnidad se hicieron dos variantes. Horrorosas ambas casi por igual, pero hay una línea del texto que tengo que resaltar porque no tiene desperdicio:

"Ayer entré en un mundo de soles, sí sí de soles".

Es evidente que en esta frase se resume el anuncio. Te dicen primero la cosa de entrar en los soles como si no dijeran nada, y al instante recobrando la voz alguna cordura y dándose cuenta de la gilipollez enorme que acaba de mencionar aclara, "sí sí de soles", uno echa en falta a continuación "creelo, aunque suene tan estúpido", "lo pone aquí". En el resto del anuncio divaga sobre que las personas tienen soles y demás sin sentidos. Y uno termina deseando que alguien invente un seguro, aunque sea un bunquer donde refugiarse de estos absurdos televisivos. Y piensa que no se está a salvo en ninguna parte. Yo firmaría un seguro que me pagara cada vez que alguien se atreve a rodar anuncios tan mortales para el espirítu alegre del consumidor ordinario. Como aquel del buen mozo que decía lo de "Diners per a beques". Eso era un anuncio bastante escaso de contenido, pero al menos en el casting se vio a las claras que había auténticos profesionales tras las cámaras y sobre todo delante de ellas.

Paciencia con la tele. Hay algunos buenos.

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