martes, 26 de febrero de 2008

Líderes

Tras las máscaras del miedo.

Casandra - Ismael Serrano




Me cuento entre los 13 millones de habitantes de este país, a punto de quiebra, que vio, aunque yo entre los asombrados, que lo mejor de lo bueno, lo escogido, que tendría que ser el faro que alumbre el sendero, sea este presidente que repite lo dicho como quien intenta ser visto desde el cielo en medio de una isla desierta, corriendo con un palo de un lado a otro, y ese otro que es, como el hombre de Cromañon con una peculiaridad, viste corbata y a mí me aterra.

He de reconocer que de Rajoy apenas tenía conocida esa fina ironía que era como una cortina de humo para distraernos de su mala dicción, pero tengo que admitir, no soy ningún valiente, que ayer llegó, hablando en plata, a acojonarme con esa forma de entender España, nuestras fronteras, a los que vienen de fuera, la crispación, la democracia y el entendimiento.

Hace unos días lo vi en la entrevista con Iñaki Gabilondo donde se puso de manifiesto más ostensiblemente ese parpadeo involuntario tan poco atractivo fruto supongo de la tensión de responder a las preguntas cuando vienen torcidas. Y llegó a enternecerme un poco porque yo soy un humanista ante todo, y ante la intención de hacerlo mejor doy siempre la oportunidad. Lo veía con su barba mal recortada y su mirada corta afirmar convencido que era capaz de hacerlo mejor. Era Rompetechos sin cariño. Y yo quiero creer, quiero creer por encima de cualquier otra cosa. Necesito creer en las personas. Porque las buenas intenciones son el mejor futuro que podemos soñar. Que ya se encargará la vida en su transcurso de atemperar los éxitos y los fracasos. Además lo miraba y me entristecía que aquel hombre, casi llevado sin querer al sitio justo donde está, casi sin disfrutar de las vistas siquiera, con las trazas de un mártir que pudiera estar viviendo sus últimos días de político o de líder. Por qué si fracasamos esta vez...

¿habrá más veces?


Sin embargo ayer volví a encontrarlo en el debate con Zapatero, y me produjo un miedo real, físico, que pudiera llegar a gobernar. Quizá porque entonces no aparecía con uno de sus dobles sentidos, ni con su gracejo para la ironía, la vida es pura ironía, cómo no apreciarla. Ayer acudió al debate a cara de perro, a remover los muertos y como adalid de la verdad. Dispuesto a obligar a los inmigrantes a que firmen un invento nuevo exportado de Francia para que sepan que aquí no deben casarse con varias mujeres ni practicar la ablación a ninguna de sus hijas. Como si las leyes no bastaran. Pretende algo así como un canon digital para todos los inmigrantes, que se comprometan por escrito a respetar algunas costumbres españolas, nadie sabe cuales, por anticipado y para curarnos en salud por si no las cumplieran. Expulsarlos no es suficiente atendiendo a las leyes deben firmar aquel documento para que lo podamos enarbolar ante sus ojos ¿recuerdas que firmaste que te irías? Una medida por arbitraria contraria a la Constitución aunque nadie se lo supiera hacer ver, por ser de raíz contraria a la presunción de inocencia.

Sin embargo Rajoy quería hablar de eso porque quiere ordenar las entradas y sobre todo las salidas. Incapaz de reconocer un mérito en la gestión del gobierno saliente, tanto como es incapaz el propio gobierno de reconocer equivocaciones que las ha habido y graves.

Ambos son el sordo y el mudo braceando al tiempo.


En la política las personas no necesitan dos oídos, les sobra con uno para escuchar sólo aquello para lo que llevan preparado respuesta. Por eso estos debates son tan poco espontáneos, con todas las medidas pactadas, el tiempo que enfocará la cámara al candidato durante la intervención del otro, medida eso sí, por árbitros de baloncesto. Y un batallón de asesores que se han preparado como para un sprint, convencidos con razón de que toca esforzarse pues luego tendrán cuatro años para reponerse de espaldas al público.

Y esto es lo más llamativo. Si tan prepararse arroja estos resultados es simplemente porque estamos comandados por una banda de necios. Supongo que simplemente no se puede pedir más.

Llama la atención también que Rajoy pareciera tan ofendido por las negociaciones de Zapatero con ETA que lleva más de 30 años matando, cuando el propio gobierno de Aznar las llevó a cabo en su momento. Pero nadie se lo recordó, nadie se lo supo hacer ver.

Vivimos bajo el gobierno de la mentira y de la media mentira, bajo el gobierno de la verdad a medias, de las victorias relativas en que no hay espacio para el fracaso.

La honestidad aunque sea para reconocer cualidades en el otro ha desaparecido.


Vivimos una realidad no tan confusa. Rajoy apela a la España de los Reyes Católicos y cree que van a venir a romperla, y a mi me recuerda a esos matrimonios rotos en que es todo tristeza, y él es un marido gris que en la agonía de la tarde de la ruptura dice que quiere aún y que hay una oportunidad para ese amor. Y ella lo observa con infinita pena por los dos. Porque cuando lo mira ve pasado tan solo.

Rajoy quiere mantener España tal como era, el cierra España, una y libre con la libertad bien administrada. De algún modo ha quedado estancado en el siglo pasado, o quizá más lejos. Porque esa idea de España ya no es real. La España actual es una España plural, formada ahora quizá más que nunca por autonomías.

Y uno puede sentir nostalgia de épocas pasadas de esplendor. O puede desear fervorosamente que la gente se aglutine de la mano bajo una bandera o un himno con una letra que a todos satisfaga.

Pero no es real. Eso es tan solo una ilusión. Los políticos como en el amor deben madurar, y si no pedirías al amor que sea inalterable como no pedirías que un cuerpo no envejezca, tampoco debes exigir que todo permanezca inalterable. Porque el tiempo lo cambia todo.

España ha cambiado. No se trata de demonizar a unos contra otros, ni se trata de sembrar el miedo al futuro. Después de todo las cosas que nos unen que no tiene que ver, desde luego, con ejércitos ni banderas, son más importantes que las que nos separan.

Se trata de querer a España tal cual es. En su diversidad reside su magia.


Yo ayer mediado el debate tuve miedo. Quizá porque Rajoy no planteó nada que no fuera en mi humilde opinión una barbaridad o un retroceso. Decía José María García, abraza farolas sin igual, que lo bueno de Rajoy era que iba por la vida sin manchar, y lo malo, que pasaba sin limpiar tampoco. Ayer Rajoy dejó atrás los "hilillos de plastilina" para jugar todas las cartas. Con resultados inesperados, me temo. Al menos respecto a mí. Miedo a que vuelva Rajoy no como alguien nuevo a ocupar plaza lleno de ilusión para nuevas aspiraciones, sino en la sintonía de ayer, como un agorero del desastre. O peor aún, parecido a la muerte, con la cara de calavera encapuchada, y en las manos una hoz con vida propia dictando las decisiones.

Dicen en los carteles electorales del Partido Popular "Con corazón y cabeza". A mí el corazón me dice que salga corriendo. Y la cabeza que no pare.

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