domingo, 23 de marzo de 2008

Desde la estación

Quedan mis planes hundidos tras tu ida,
como en mi pecho este humo.


Plaza Garibaldi - Ismael Serrano



Ahora la estación de autobuses de Santander tiene barra libre de WIFI así que me he pedido un café con un cruasán, croissant o como se llame y tras acabarlo me pongo con el ordenador para ocupar la hora que falta hasta que salga el autobús que me deje en casa. La batería de este portátil debe estar entre las menos usadas, ésta y las de la mayoría de los portátiles que no se vendieron aún. Claro que no las de todos.

Yo soy de los que acude a comprar cualquier cosa y me creo que lo mío no lo sacan del expositor que toca todo el mundo aunque esté viendo con éstos, mis propios ojos, como le pasan un pañete para quitarle las huellas digitales. Es que soy mu confiau. Me lo creo todo de todo el mundo.


El vuelo bien. Con el vaivén de atravesar nubes cargadas de tormenta, pero al bajar hasta la pista ¡sorpresa! charcos y sol. Sospecho que en los últimos tiempos ejerzo alguna influencia positiva sobre los fenómenos metereológicos. Soy una especie de mago en el norte.

La verdad es que no tengo mucho que contar. O tal vez tengo, pero no quiero. La cuestión es que me vengo a escribir tan insulsamente aquí por no poder visitar los distintos periódicos digitales de mi carpeta de favoritos. No quiero saber como acabó la carrera de fórmula 1 porque si el autocar no se estrella contra nada, es factible que llegue para ver la repetición de las 14 horas.

Y en la actualidad soy de jugar poco con el ordenador. Y menos solo, que yo necesito que haya alguien al otro lado para que diga que sí. Que no lo soñé. Y las pelis que tengo, bajo riguroso pago de los copyright y demás derechos de propiedad intelectual a los grandes estudios, las tengo más vistas que el tebeo.


Ahora que pienso, no sé si acceder desde esta red inalámbrica no estaré revelando mis claves de acceso al Blogger y a Gmail donde tengo mi correo principal, aunque no el único. lYo he sido de tener muchos correos distintos para hacerme un lío con las contraseñas y terminar mezclándolas. Así me ocurría que me plantaba con los dos pies delante de la puerta de entrada intentando estirar la memoria por ver si aparece algo. Con todas esas letras, con todos esos números. Es tarea imposible.


Supongo que uno de esos que se oculta en la garita de las pantallas de televisor está a estas horas cotilleándome el correo y partiéndose la caja con las cosas que yo planteo seriamente. Y bosteza ojeando las entradas de este sitio, y parece a punto de cambiar la contraseña de acceso. No le culparía, él también vive y dice en el siglo XXI.


Hasta puede ser que esto no vea nunca la luz, sea interceptado y desechado antes. Que haya un novedoso y exigente sistema de admisión.

Ya lo advierte el sistema nada más te conectas. "La información enviada puede ser vista por otras personas".

Voy p´allá.

Exhibicionista que es uno.

No hay comentarios: