jueves, 27 de marzo de 2008

La neurona

Se ha perdido mi forma de amar.

Óleo de una mujer con sombrero - Silvio Rodríguez



Hoy he perdido una neurona. Simplemente se ha desactivado. Es como una pequeña bombilla que ha parpadeado hasta fundirse. ¿Qué cómo lo sé?

Se me ha olvidado el PIN del teléfono móvil. Ahí está, apagado sin remedio.


Alguien dirá que como pudo darse tal cosa. Que si tengo la cabeza solamente para peinar el pelo. Pues no, casi nunca cojo el peine. Para eso corté los cabellos recientemente. Para no tener que peinarme y porque los pelacos me hacían más mayor, y yo soy, a ojos vista, aún un juvenil. Lástima que las neuronas estén ya tan gastadas como para que una se funda con su información y ninguna de las adyacentes sepa dar paradero de lo que contenía. Suponiendo que hubieran algunas alrededor, que es muchos suponer. Debían estar mirándose el ombligo preocupadas por no olvidar la información propia como una flor con los estambres. Miraban para dentro aisladas de todo lo de fuera. Se murió una pequeña y sola, y nadie fue al entierro.

Se ha apagado la que no daba para más que contener mi pin del teléfono. Que uno dirá que es poca información, solamente una cifra de cuatro dígitos, pero ¡de cuánta importancia! Toy agarrado al fijo como un naufrago perdiendo peso. Porque aunque la baja no sea grave, que para retener 4 números no íbamos a poner a la guardia real, bastaba una neurona de las sencillas, de las que brillan para reclamar que llegó la hora de comer, la pérdida me ha dejado atónito. Pero empiezo a intuir una explicación, debía ser la finada una de las afectadas por el bebercio de hace unas semanas. Y debió desenchufarse en el día de hoy como de un respirador. Descanse en paz la muy mala. Verás cuando se enteren los de Orange.

Pero no quisiera pasar por ser más tonto de lo que soy, ni por más olvidadizo de lo que fui siempre. Y en mi descargo daré algunos datos que atenúan algo el defecto de haber olvidado lo que debía ser tan sabido. Obviamente los más sagaces habrán adivinado que yo nunca apago el móvil, o casi nunca. De forma que el acto de introducir el númerito se daba ya muy rara vez. ¿Y por qué tal cosa? Porque yo no tengo más alarmas que la del móvil, y una vez apagado al acostarme ocurrió alguna vez que a la mañana se quedaba plácidamente dormido, y yo con el móvil. Y ahora que dependo de él para madrugar todos los días no podía dejar que me pasara. Habría sido muy poco profesional. Esto es algo manifiesto y diría que indiscutible.

¿Y cómo es que esta vez tuviste que meterlo? ¿No dices que no lo apagabas?

Esa respuesta es fácil también. Se me quedó en jaque mate por no tener el cable de enchufar a la corriente a media tarde. Así que harto de esperar la corriente en balde decidió echar el cierre.

La sorpresa se dio en casa. Cuando lo conecté al enchufe y metí un número sobradamente confiado. De repente "Error", que ese número no vale, se nos ha puesto caprichoso el terminal y solamente tendré dos oportunidades más. Si me equivoco esas dos ya no habrá más solución que hacerme con un número imposible que se llama PUK o tirar el teléfono a la basura.

Así que me ha entrado miedo a volverme a equivocar. ¡Con lo fácil que yo me equivoco!

¿Qué será lo siguiente? ¿Olvidar el PIN del cajero?


Ahora lo tengo cargando como un ser inerte. Yo deseo que para que tenga un nuevo despertar yo también lo tenga. Confío en la luz del alba para recordar el número nada más abrir los ojos. Que sepa meterlo sin que me tiemble el pulso. Sin él no soy nadie.

-Houston tenemos un problema.

Pero Houston no responde.

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