lunes, 14 de abril de 2008

Agoreros

Todos los asuntos nos irán mejor jugando juntos.

El Barrio Sésamo - (Fragmento de Don Pimpón)



He visitado hace un rato el blog de Tormenta. En una de sus entradas habla de la ley de Murphy. La conozco bien. En verdad es un poco de Murphy y un poco mía. La descubrimos al tiempo, pero él se llevó la fama y yo los reveses, así que mira tú por donde, de los dos, él fue el más afortunado.

Pensaba el otro día que si yo tuviera que contratar un seguro nunca lo haría con Mapfre, no lo haría porque en su anuncio de cenizos agoreros me han metido miedo. Pues sus clientes son, a tenor de lo que dice, aquellos a los que el coche se les queda parado entre dos gasolineras, y son aquellos a los que les ocurren todas esas cosas tan terribles de frenar con el semáforo en verde y acelerar con el en rojo. Yo no quiero tener un seguro con alguien que mantiene que si puede salir mal saldrá mal.

Y lo peor es que para ese discurso ni siquiera han sido cuidadosos pues dicen que la avería, que se produce siempre, cuanto más de noche y más lejos mejor. ¿No tendría que ser peor? ¿Escogieron la palabra adecuada?

Probablemente los profesionales que facturan estos ingenios televisivos son como yo, no revisan lo escrito. Lo dan por bueno y así nos queda. A ellos y a mí. Pero siempre se me dio mejor encontrar el fallo en lo ajeno que en lo propio. Quizá porque de los demás siempre espero más que de mí mismo.

En realidad no soy de contratar ningún seguro que no sea obligatorio. Conozco casos de personas que se pagaron el entierro varias docenas de veces en vida. Y todo porque no los dejen tirados por cualquier lado. A mí la verdad es que esa posibilidad no me preocupa en absoluto. Ya se encargara quien quiera de darme sepultura o de lanzarme al mar, o de encerrarme en una urna de cristal convertido en un puñado de cenizas. Y sino que me dejen arrumbado en un rincón, tan tranquilo como cuando estoy dormido.

La verdad es que aún no decidí que quiero que sea de mí. Puede ser un buen momento éste para decidirlo. Quiero que a mí me conviertan en una canción. Lo haría yo, pero no sé componer nada, y no tengo oído ni musical ni casi de ningún tipo. Que gasten mis ahorros si los hay entonces en encargar a un compositor una melodía instrumental que sea solamente mía, que sirva para recordarme la rara vez que alguien quiera hacerlo. Sé que estas cosas se hacen a la hora de crear un cortometraje o un documental. Me quiero convertido en una canción breve.

Después de todo mi legado no merecerá precisamente un opera de Wagner. Que apenas dejaré atrás un puñado de relatos y este blog, al que auguro larga vida. Pues está creado como las fotografías para sobrevivirme. Y hasta para sobreviviros a vosotros. Obviamente para entonces no habrá entradas nuevas, pero bastará con las que haya escritas para acercarse a lo que fui.

Comentaba por el Messenger el otro día con Su que soy lo que escribo pero también lo que callo. Es cierto que ambas cosas están diciendo de mí. El retrato se compone de palabras y de silencios.


Ha fallecido Chema, el panadero de Barrio Sésamo. Vuelve a la los medios por su muerte. Perdida la gran fama y convertido gerente de un teatro. Yo crecí con él, con Espinete y con Don Pimpón. Tenía 8 años.

Entonces el mundo nos parecía algo mejor de lo que es. Bendita inocencia.

Hasta los programas para niños hoy, parecen otra cosa.

Que vuelva Espinete, el único erizo que se vestía un camisón para dormir mientras iba desnudo de aquí para allá, todo el día. Pero no una versión nueva. Que vuelvan los mismos capítulos de entonces. Tal vez no se vean en calidad de televisión digital, fotograma a fotograma.

Pero volveremos a ver a Chema de joven. Y será como si no hubiera pasado el tiempo. Porque las personas al contrario que los personajes, envejecemos. Y aunque puede que mucho antes ya seamos nada más un recuerdo, con la muerte será como si desapareciéramos definitivamente. Simplemente no tendrán donde hallarnos.

Menos a mí. Yo me voy a convertir en una canción.

La música no puede morir.

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