sábado, 26 de abril de 2008

La Audiencia

Yo salí a la calle y olvidé pagar.

Cien días - Ismael Serrano



La última de la Audiencia la protagonizan el mediático Gómez Bermúdez y un fiscal algo resentido que se apellida Gordillo.

Ambos se llevan mal desde que el tribunal presidido por ese magistrado desestimara unos cargos que Gordillo mantenía contra una presunta terrorista de ETA. La razón, poca cosa, la fiscalía no presentó al testigo que la había reconocido. Ni falta que hace diría el avispado fiscal para sus adentros. Y luego a viva voz:

- Ni falta que hace, señoría.

Son cosas que pasan en todas las fiscalías, no presentas al testigo fundamental y los cargos desaparecen por falta de pruebas.


Pero esa forma de resolver no le gustó al fiscal, así que cuando unos días más tarde se presentaron los mismos tres para tratar consecuencias de otro delito, juez, fiscal y presunta, el fiscal se empeñó en hacer suspender el juicio con las excusas más banales.

Obviamente el juez no lo admitió, nadie sale en un póster como una pared de grande mirando de soslayo a los malos de la historia, como vigilante implacable, para dejarse suspender juicios por naderías. Escribir el libro y promocionarlo convenientemente llevó demasiado trabajo para arruinar prestigio a estas alturas.

Así que el fiscal Gordillo tuvo que sufrir en sus carnes una segunda derrota dolorosísima. Y seguro que ya está deseando volverse a encontrar en el camino de Gómez-Bermúdez porque entonces tal vez consiga vencer, en la guerra sorda de quedar por encima del otro. Lo mismo que Joker con Batman. Aunque estos dos pareciera que juegan en el mismo equipo no es así. Al final en materia de tribunales y leyes el resultado depende en gran medida de las personas a quienes concierne. Como aprobar un examen y hasta recibir unas clases cualquiera. Debieran ser iguales para todos pero no lo son.

Por eso es habitual que los tribunales se quiten la razón unos a otros. Porque la justicia es una ballena en el fondo del océano, muy grande sí, pero que cada uno ve de una manera distinta y difusa, por estar tan lejos; y quien no la ve se la inventa.


Todo esto a los profanos de la materia nos suena como a patio de colegio entre niños mal criados que quieren tener siempre razón, o al menos salirse con la suya. Pero es lo que hay. Son los elementos de nuestras esferas más altas.


Sestea está a punto de desembarcar en un puesto de mayor responsabilidad en el organigrama de Justicia. A cargo de un juzgado. Yo le tengo dicho que lo probable sea que ella termine de bedel mientras algún subordinado toma las decisiones más importantes. Ella cree que no ocurrirá, bastante costó conseguir aquel despacho.

Pero es tan poca cosa, y es tan blandita como sentar una muñeca en el sillón presidencial. Algo así como Zapatero pero más graciosa, mucho más lista y la mitad de alta.

Menos mal que se la ve buena de lejos. Nadie en sus cabales querría disgustarla.

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