sábado, 12 de abril de 2008

Banderas y besos

Un seguro inseguro.

Completo incompleto - Jarabe de palo



Leí hace unos días que los hombres somos más propensos que las mujeres a confundir los gestos de amistad con los de algún interés que vaya más allá. Simplemente nos tratan como amigo y nosotros creemos estar en medio de un emocionante flirteo con alas, como en el anuncio de Red Bull. Al fin y al cabo se utilizan las mismas artes para lo uno y lo otro, tocarse, intercambiar miradas...

Pero en la práctica nosotros nos confundimos más y ellas menos. Ellas aciertan más con las veces en que nuestro lenguaje corporal está advirtiendo que con nuestra amistad van más que sobradas. Quizá nosotros somos más claros a la hora de emitir las señales y más imaginativos a la hora de recibirlas. Nos quedamos preguntándonos ¿qué habrá querido decir? Para terminar concluyendo que aquella está coladita por nuestros huesos. Quizá tengan a favor ese sexto sentido femenino que has hace más eficaces y menos propensas al ridículo.

En todo lo que atañe a la vida, con la única excepción del fútbol, la mujer sabe más. Va un par de pasos por delante. No me duele reconocerlo.

Para este caso particular tengo yo una explicación como todas las mías, absolutamente desprovista de rigor científico. Simplemente estamos en sus manos. Quizá no en las del 100% de todas ellas, pero sí en las de un porcentaje de bastante importancia. De manera que terminamos confundiéndonos porque en verdad nuestra voluntad les pertenece. De forma que será lo que ellas quieran.

Yo lo tengo comprobado. Y no solamente en carne propia. Que aún a estas horas convoco comités de expertos para llegar a la misma conclusión. Lo tenemos crudo.


¿Y el amor? ¿Cómo medirlo?

Evidentemente no con la cantidad de veces que uno es capaz de decir TE QUIERO sin que se vuelva de almíbar. Habrá que encontrar otras razones.

Las hay a cientos. Sentirse querido es una sensación que no se puede contar, ni se puede exportar, pues el querer varía de persona a persona. Aunque se puede querer recíprocamente, que es una forma de corresponder justa. Logra que la otra persona se sienta querida también.

Si yo me tuviera que quedar con algún detalle, anecdótico si quieres, me quedaría con algo de tan poca importancia como la puntualidad a la hora de quedar. Es un buen comienzo.

Si ambos son puntuales en una cita es que existe un interés básico como los ladrillos de base de una pared. Esto que podría no significar nada, significa.

Si la ves apretando el paso para llegar en hora, entonces es que comenzó el germen del amor. Si salió con tiempo de sobra porque nada importa más, si administró el tiempo anterior imbuida en el deseo de llegar, entonces es que se está enamorando.

Ningún rato vale más que en compañía del ser amado.

Discurre distinto. Los minutos se vuelven de porcelana. El reloj no importa porque el tiempo se mide de otra manera.

Con besos.

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