miércoles, 24 de septiembre de 2008

De políticos

Enemigo de la guerra y su reverso, la medalla.

La belleza - Luis Eduardo Aute



¿Pero dónde habrá visto este hombre que yo doy cobertura a los políticos del gobierno? Que me termina mezclando las cosas como si fuera un vulgar político. Hablo del Xuac, naturalmente. Que a fuerza de ponerlo a parir muy respetuosamente por aquí, igual consigo que se abra un blog desde donde nos pueda dar lecciones a todos.

Yo soy como el reo de muerte que escoge el modo ¿con que le harán justicia?, y puesto que para aquel probablemente la muerte de cerca le parezca más aterradora que seguir vivo decide que si ha de morir que sea de la forma más dulce posible. Pues a mí me ocurre igual, en la tesitura de votar, que es morir un poco, al menos poner a morir las ilusiones, aunque se sepa anticipadamente que no se habrán de cumplir nunca, me decido por los que tengo la convicción de ser los menos malos. Que nadie dijo buenos. ¿O no hablé en el pasado de Zapatero como un fantoche tras el atril rojo subido, lanzando los brazos como una marioneta? Su discurso y sus gestos nunca casaron, pero llegó a presidente del gobierno y es el que nos merecemos quizá porque en el fondo somos tan malos como él, después de todo lo hemos puesto nosotros. ¿A quién reprochárselo?

Hoy veo el anuncio de 59 segundos y me encuentro con que llaman a Pepiño Blanco el hombre fuerte del gobierno, entonces yo me echo a temblar, caigo en el suelo en medio de convulsiones y digo que lo que nos ocurre es poco para lo que nos va a ocurrir. Si en este país hemos de hacer de José Blanco el hombre fuerte es que no deben quedar más hombres ni mujeres habitando la tierra, ¿dónde están los embaucadores? ¿Y los encantadores de serpientes?

Que me pongan entrada al mundo del celuloide y viviré de película.


Soy de la opinión de que lo peor que le puede salir a un padre, dejando a un lado delincuencia o drogas, es un hijo político.

Yo puedo mantener que creo en las personas. Pero no en los políticos. Los veo abrir la boca y me entran los mil males. E inadvertidamente se los deseo todos con este pensamiento mío, que es de encerrar y tirar la llave. Que merece 20 años y un día sin descuentos por buen pensamiento, que los tengo a veces. Cuando pienso en los míos y en las cosas sin importancia de esta vida, que a fin de cuentas son casi todas.

Pero entre los políticos aún me parecen peores cuando promueven la guerra que matará a gente inocente y caminan por la vida sonriendo como si no hubieran hecho nada. Como hacía Steve Urkel, pero sin gracia.

Ayer vi uno documental, lo poco que vi antes de quedarme dormido tumbado en el sillón, sobre la gestión americana en Irak. Es sencillo, los que llegaron después cogieron el dinero para la reconstrucción del país y se lo llevaron. Los hospitales se quedaron con sus salas de quirófano con hormigas y sus charcos de aguas residuales.

Ocurre que no lo vemos, y lo que no vemos es como si no existiera. Si el mundo tuviera un germen de justicia alguien habría de pagar. Los muertos perseguirían a sus verdugos mientras les durara la vida. Y quizá aquellas decisiones se volverían tormento perpetuo para los que las tomaron tan alegremente.

Pero estas cosas no pasan. No vemos dos palmos más allá de nuestras narices. No tenemos memoria.

No queda casi razón.

No hay comentarios: