martes, 2 de septiembre de 2008

Robinho

A las flores de un día.

Aves de paso - Joaquín Sabina



Se va Robinho al Manchester City. Le pagan tres veces lo que cobraba en el Real Madrid. Allí se va a hacer el rey del balón, no por contra era el futbolista que más bicicletas podía hacerle al balón antes de perderlo. De hecho era muy capaz de quedarse haciendo bicicletas mientras el rival armaba el contraataque. Nunco estuvo muy comprometido con las tareas defensivas, eso había de quedar para los obreros del fútbol, que no saben hacer nada más, que se caerían rodando de intentar la primera bicicleta, que en teoría debían quedar embelesados ante un par de bicicletas bien tiradas. Después de todo en el fútbol hay mucho de pose y poco de fondo, que a un entrenador se le critica en los corrillos si no sale del área técnica para molestar al arbitro, se le exige actividad frenética en la banda porque es un actor más en el teatrillo que paga una entrada de fútbol. Robinho viene de la escuela brasileña, que es exportadora de fenómenos sin igual, por eso todos los que son capaces de anudarse el pantalón sin que se les caiga pernera abajo son llamados, antes o después, por la selección nacional. Unos exportan petróleo, otros fútbol, perdón futbolistas.

Robinho es como tantos otros la eterna promesa, y es cierto que es joven aún, juventud divino tesoro, que me pregunten a mí, que he sido joven hasta hace bien poco, que llevo la juventud corriendo por mis venas mientras externamente se me va cayendo por el camino, soy una hoja de otoño separada del árbol. Lo curioso de Robinho es que lleva siendo joven toda la vida. Como Raúl, al que siguen llamando el primero de la clase aunque sea mayor que algunos árbitros. Y que lo mira todo con la faz oscura del que está de vuelta y lo sabe. Lo malo de hacerse mayor es que uno deja de creer en casi todo. Incluso acontecimientos cotidianos parecen fondo de un estanque.

Con tanto mando como dicen que tiene en el Real Madrid, y con tantos cargos intermedios de alta responsabilidad que existen es difícil moverse ágilmente en el mercado. Si para una decisión se requiere el consenso de media docena de caracteres distintos, cuando todos quieren quedar por encima de todos, cuando se vota recordando los votos del resto las otras veces, si se guardan inquinas y resquemores... Dicen que Raúl pese a quien pese lo tiene todo bajo control, que no se da una puntada sin que particpe, igual estuvo a punto de ocurrir en la selección nacional, pero Aragonés lleva ya algunas partidas jugadas en el juego de la vida, y muchas perdidas, como para que le enmiende la plana un subalterno demasiado rico y recto. ¿Pero hijo mío, acaso has vivido bastante?

El problema de Robinho ha sido el dinero. Está claro. Ha creído que sus trucos de ilusionista no estaban pagados en la proporción justa al placer que proporcionan. Si al final no hay tantos que puedan gambetear con el balón, mostrarlo por un lado para pasar las piernas repetidamente por encima, como una madeja de landa o un avispero. ¿Y si él puede hacerlo? ¿No le están dando más por lo mismo? Sea mucho o poco lo que ofrece a alguien convenció. Alguien a quien el embrujo le dura y que le triplica el sueldo para que cada intento de despiste salga a mejor precio.

Por no hablar de todo el asunto Cristiano. ¿No es cierto que su adquisición lo ponía a él en el disparadero? ¿O fueron ínfulas de la prensa? De repente de principal con todo por demostrar se vio haciendo las maletas formando parte de un pago mayor. La de traer a otro futbolista que construyese el mejor equipo del mundo. ¿Dónde queda él? Eso alguien salido poco menos que de las favelas no lo perdona fácilmente. El ego de los futbolistas solamente es comparable al de los actores de cine o al de algunos políticos.

Por supuesto que todo se pudo hacer mejor, claro que se le pudo dar mayor valor renovándolo antes. No porque lo mereciera, que no lo merecía ni por asomo, sino por continuar el embuste de fútbol que significa firmar un contrato para convertirlo en papel mojado al día siguiente. Todo pasa en el fútbol, como en la vida. Todo es demasiado fugaz. Un solo partido atinado en que tu par trague con los regates, y un par de sombreros que salgan milagrosamente te hace el mejor futbolista del planeta. Sepas o no poner un centro. Y es tarea de los clubes hacer pensar a tus futbolistas que estás enamorado de ellos, con un amor sincero y a salvo de ofertas de la competencia. Y el Madrid en estas cosas no sabe manejarse. Claro que será que tiene a Calderón , Mijatovic, a Schuster, a Portugal... y a Raúl.

En verdad no hay ninguno bueno. Pero no solamente en el Real Madrid. En ningún club mundial. Hay ejemplos para abrumar, y casos de no creer. Ninguna empresa funciona peor que un club de fútbol, porque sus acciones no fluctúan en la bolsa del dinero. El dinero no es real, es casilla de Monopoly y gratificación sin pasar por la cárcel. Las acciones del fútbol laten en los pechos de los que no piden explicaciones mientras haya calendario y domingo. Empresas deportivas condenadas a crisis salvo quizá las brasileñas que con la ayuda del seleccionador pasan la vida haciendo regates y bicicletas a los clubes europeos. Son fuegos artificiales iluminando el firmamento. Parecen estrellas, pero es pólvora. Un juego de seducción en la noche en que todos los gatos son pardos.

Y a la mañana siguiente, con el maquillaje en la almohada se acabó el virtuosismo. Entonces quedan las obligaciones,

solamente del que paga.

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