sábado, 6 de septiembre de 2008

De camino

Es seguro que antes lo hacía mejor. Está visto que nunca el tiempo corre a favor. He estado leyendo mis alguna de mis antiguas aportaciones a Annlea. Relatos escritos aprisa y corriendo para cumplir con el tema propuesto. Lanzo aquí uno de ellos, no es el que más me gusta, de hecho fue criticado por Charkani por insustancial, pero valga para dar continuidad a la saga de mis letras perdidas. Aunque su sitio estará en Annlea. Y lo va a estar en breve.





De camino - ESTOY DE CAMINO (19/02/05)

Al desorden, a las fechas vencidas, al caos que por contraposición da sentido al orden.

Anado



Era un hombre corriente. Caminaba de un sitio a otro con un maletín marrón que abría apoyándolo sobre su codo mirando al frente. Vestía un traje marrón, con un chaleco marrón sobre una camisa marrón claro. Apenas llegaba ya estaba saliendo, no se detenía por nada ni por nadie.

Llevaba en el maletín un montón de hojas, nadie sabía desde cuando ni porqué. Simplemente lo veían pasar de un lado a otro y lo encontraban natural. Su prisa la llevaban observando desde tanto tiempo atrás que lo que les hubiese sobresaltado es que dijera algo, que perdiera un solo segundo en saludar, que se quitara teatralmente su sombrero marrón de copa y hubiera dicho - Ya estoy aquí, ya regresé - o - Vine con viento a favor porque es lo que toca. Eso hubiera sido lo notorio, porque en realidad ya se sabía de cada uno de sus regresos, se le veía venir, ya se conocía que tocaba de nuevo ciclicamente, precisamente porque entraba por las puertas y ventanas cada cierto tiempo, siendo del todo inconfundible.



Lo vieron desde siempre y siempre en las mismas condiciones. Nadie pudo decir nunca que fuera descortés ni amable, simplemente nos dedicábamos a verlo pasar. Y acumulabamos en el lapso las arrugas que a él le faltaban, porque siempre llevó el más liso de los trajes. Yo siempre creí que en algún momento diría algo, esperé desde mi lejana niñez, en sus labios la palabra, el gesto al irse dejando sus hojas por el camino. Una despedida leve, un "nos veremos" o un "hasta luego" de unos meses. Pero nunca me dijo nada. Hasta el punto de ya no esperar más que su paso repentino, su llegada sin invitación, su estampida hacia ningún sitio.




Me figuro que con mi edad, ahora que tengo todos los años que se pueden tener, por fuerza me ha tenido que ver. Que quizá de tanto verme me cogió algún aprecio como le cogí yo. Que quizá ahora tras tantos años de encontrarnos, sí tenga algo que decirme. Aunque sean palabras de despedida flotando en el viento que agita sus hojas por el suelo, porque como él, también yo soy otoño de tanto que he vivido.

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