martes, 18 de noviembre de 2008

El juez y los porteros

Como mi cuerpo en lo oscuro.

Plaza Garibaldi - Ismael Serrano



He llegado a la determinación de que este blog mío no es mi blog sino mi pseudo blog. Más que nada porque podría ser mucho mejor de lo que es. Así que lo vamos a dejar en que es un boceto del blog que podría ser. Un suplente de los de calentar banquillo. Y no porque vaya a prepararme las entradas para que queden razonablemente bien, escribo improvisadamente y por eso vivo lo que digo y digo un poco de lo que vivo, sino porque tengo la certeza de que todas saldrían mejor, e irían sobre temas mucho más apasionantes y trascendentes si me pusiera a escribir a primera hora de la mañana. No falla, es vestirme y cuando llego a los calcetines, mi cabeza es un hervidero de grandes noticias, chismes y pensamientos que ve tú a saber si no podrían cambiar el orden del mundo, por lo menos.

Y la verdad es que la mitad de las cosas que se me ocurren son muy de cachondeo, que es casi la mejor parte de mí, que soy un cachondo que no admite no ser tomado en serio. Pero hoy quiero hablar sobre una noticia sin ninguna gracia, y esto es verdad de la buena.


Más o menos cualquiera de este país se ha enterado de la paliza que le dieron tres mazas de discoteca a un chaval de 18 años. Y todo porque tropezaron con la novia de otro mazas, que para más delito ni siquiera estaba entre los que le quisieron ajustar cuentas. Pero estos son de los de haber compartido demasiadas posturas frente al espejo casi a calzón quitao, como para no salir justicieros para que nunca nadie más tropiece con la novia de ninguno de la secta del anabolizante y viva para contarlo.

Parece que quien pegaba era uno de ellos, de más de 100 kilos de peso, mientras los otros dos mazas impedían con sus cuerpos y sus brazos que nadie se aproximara a la pareja, especialmente ninguno de sus amigos, que ya han admitido que quería ir, pero no iban porque se les podía machacar de igual modo. O de uno muy parecido. Y estaban paralizados en su terror, aterrados en su parálisis, mirando la escena. Aunque también cuentan que antes de que estos dos actuaran de parapeto frente al resto del mundo habían pasado también un rato cebándose con él. Mientras 16 personas miraban sin querer creerlo.

Cuando yo leo estas cosas de acuerdo de mi profe de full-contact, que sí, yo he dado full-contact, y llegué si no recuerdo mal a cinturón naranja, que es una birria total, pero es que yo tenía que lidiar con mi poca propensión a la elasticidad, y claro, cuando uno apenas llega para hacer patadas a los tobillos, no puede progresar adecuadamente, aunque con los guantes me movía como un boxeador profesional, y me tragaba todos los directos de izquierdas, porque los miopes no sabemos bien de perspectiva, y algo puede estarse acercando sin que nos demos cuenta, por el momento. Pues bien, mi profe que sí era elástico como gimnasta olímpico y miope con gafas de culo de vaso era un auténtico artista del deporte, y aunque a la vista no pareciera imponente, era de los de repartir galletas si es estrictamente necesario, como los superhéroes, que solamente intervienen si no hay otra salida y por evitar el mal mayor.

Cuando yo leo estas cosas que ocurren, me acuerdo de mi profe. Y deseo íntimamente que le ocurriera a él, cinturón negro en artes marciales, porque probablemente en dos golpes le rompiera las narices a uno de estos engendros de la testosterona, a los que les crecen los músculos en la misma proporción en las que les disminuyen de tamaño las pelotas. Y no es que quiera ningún mal para aquel profesor, que parecía un ratón de biblioteca que hubiera probado de la marmita mágica de Panoramix, sino porque sé que contra él las discusiones en que manda el puñetazo estarían cuanto menos parejas. Pero es curioso comprobar que quien más sabe repartir es el último que repartiría.

Ya decía él que no se trata sólo de dar, sino de esquivar. Y me gustaría poder imaginar la cara de alguno de estos matones de puerta de disco al ver que el combate desigual que creían se ha convertido en un recibir para que te acuerdes. Porque en el pegar no tiene que ver cuánto levantas en la banca de pesas, sino en como te mueves y en cuando lo haces.

Pero desgraciadamente no hubo profe de full-contact en el otro lado, solamente un crío de 18 años que estaba a punto de volverse a casa.

Cuentan que lo primero que hizo el mazas fue tirarlo al suelo, no le tocó la cara, no le dejó ni una huella visible en el cuerpo de la paliza, simplemente le hizo la zancadilla como los críos en el patio del colegio. Los de SAMUR creían que había muerto de un infarto, no podían imaginar que hubieran estado maltratándolo sin dejar ni huella, solamente a base de daños internos no visibles desde fuera, más graves. El fulano se dedicó a patearlo una vez lo tuvo vencido en el asfalto, le rompió varias costillas y le saltó encima del pecho, con golpes secos hasta reventarle el corazón.

Así murió.


Por lo que dicen un juez que estaba tomando algo dentro del local se acercó y vio la escena, y armándose de valor, quizá porque pasó mucho tiempo estudiando las leyes que dicen que eso no puede ser, les pidió en nombre de la ley que pararan. Que no es lo mismo que pedirlo en persona como Mengano, o en virtud de otra cosa, porque no les habla como ciudadano de marcha, sino como juez ordenando al amparo de su autoridad, que no es la que quizá reconoce un local con dudosos permisos administrativos, sino la que le concede el Estado para conocer y decidir sobre las cosas. A lo que los mazas contestaron que ni juez ni hostias, que si quería tenían también para él. Así que continuaron torturando al chaval hasta que se quedó inconsciente tirado de cualquier manera, y se volvieron al interior del local, a secar sudores. Al poco llegó la policía a la que había avisado el juez, y con ella presente los fue identificando uno a uno, sin discusión, y los denunció por desobediencia a la autoridad judicial.

Yo le he preguntado a Sestea acerca de este delito, pero no me ha sabido contar gran cosa. A la mocita se le está olvidando lo estudiado, ¡y hace muy bien! Así anda, que no pisa la casa, siempre de fiesta en Madrid, con lo pequeña que es, y lo poquita cosa.

Sé de sobra, sin embargo, que lo último que les ha de importar a estos salvajes es la denuncia por desobediencia, no obstante uno que es un soñador se imagina al juez y desea para él los poderes casi divinos que viste de togado también para cuando camina como uno más, camuflado por la calle. Que se hubiera hecho a un lado y apareciera con la toga en mitad de la noche para que los marcianos del pon 12 kilos más, se dieran cuenta de que con la ley han topado, y que puede que no sea igual para todos, que ésta es la mayor mentira, pero al menos si lo será para ellos, que las esposas mantendrán juntas las manos del alfeñique y del titan del esteroide exactamente igual de prietas. Para que sus caras de bestias, de grandísimos hijos de la gran puta sepan que esta vez no será como las otras, que en el castigo tendrán su penitencia.

Pobres fantoches de carne roja, no saben que sus músculos ya están caminando hacia el ocaso en que la carne es blanda y mustia. Quizá puedan seguir trabajándose en la trena, van a ser tres cagones guardando el culo mientras buscan los ojos el cielo de encima de la tapia.

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