domingo, 10 de enero de 2021

Ese fulano hubiéramos podido ser todos. Yo, que también tengo mi vertiente estúpida hubiera podido cargar el dichoso atril con una gran sonrisa, o me hubiera puesto detrás a bracear como un gran orador en lo mejor de su discurso. Porque yo, como todos, me hubiera podido apuntar a lo de ir al Capitolio, en ambiente festivo, como en una visita guiada el día que no hay visita. No habría ido desde luego para reclamar los delirios del tipo del flequillo, sino en plan excursión con los amigos. Luego allí me habría preocupado un poco, según el cariz de los acontecimientos y la actitud de la compañía, y me habría cagado encima de ver las pistolas o los muertos. Quién le iba a decir a la Babbit, 14 años en las fuerzas armadas sin que le peguen un tiro y al final se lo van a dar en el Congreso de los Estados Unidos, en el Capítolio, pero no defendiéndolo de una ocupación extranjera, ni de una invasión extraterrestre, sino por asomarse imprudente y vociferante por querer entrar dónde no debe. Un tiro en la cara para acabar tan triste y tontamente su vida. Muerte en el Capitolio no por defenderlo, sino aquel defendiéndose de ella, de ellos. Del tipo del atril, al que le pueden caer un buen puñado de años, según como suelen hacer allí las cosas. Ahora solo espero que pague también quién manejó los hilos. Que no se vaya de rositas como siempre.

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