Monstruo de papel.
Lucha de gigantes - Antonio Vega
No tenía intención de escribir. Tengo ya demostrado que perdí la costumbre, ¿acaso quieres más pruebas?
Sin embargo si a unas monjas les quitan 1,5 millones del armarete donde los guardan, y yo me quedo callado, entonces es que debo estar muerto. Creo que habría venido a poner unas letras hasta desde el lecho de muerte. Esta es una de esas cosas que uno ha de dejar para la posteridad, no porque valgan nada, sino como un recuerdo negligente y esporádico.
En el calendario de los días de blog hoy tengo que aparecer. Es cita obligada.
Las monjas no se fían de los bancos, creen que con todos los líos de Afinsa, Foro Filatélico (que patrocinaba al equipo de basket de mi padre), Madoff y últimamente Rumasa (que es Dhul, (postres ricos) y Clesa (leche sana)) todos deben ir camino del colapso (o del infierno). Así que como quiera que no tienen gustos caros, que ellas al contrario que el papa no invierten en túnicas de Dolce & Gabbana o Armani, y como quiera que vender magdalenas, y sobre todo cuadros, les ha dado una buena pasta gansa, decidieron con gran tino guardarlo en un armarete pequeño, donde no pensaban que nadie fuera a meter las narices.
Una bolsa de plástico llena de billetes de 500 euros, digo llena, quise decir repleta. Hinchada hasta los topes. Haciendo del armario una muñeca rusa cuando ambas muñecas son prácticamente de igual tamaño. Probablemente era una bolsa de correos repleta de bolsas de plástico biodegradables henchidas de billetes 500 euros, que habría que preguntarse donde conseguían cambiar a billete tan grande sin levantar habladurías entre sus fieles y con-vecinas, algo así como las de Roca, aunque las de él se estuvieran cargando el medio ambiente siendo tan solo del plástico de toda la vida. Allá tenían sin orden ni concierto, en billetes de a 500 la friolera de 1,5 millones de euros, en el armario de las monjas.
Con la crisis que hay. Nada más asomes la cabecita fuera del convento vas a ver gente necesitada, gente que no tiene un cuadro que llevarse a la pared (que no tiene). Gente pasando hambre y frío.
No quiero pensar que alguien de fuera supiera de la existencia de tamaño tesoro. Habrían entrado a sangre y fuego. El hombre es un lobo para el hombre, salvo en contadas ocasiones.
Me temo que la razón fundamental sea la desconfianza o quizá la avaricia. Quizá alguien enterraba la cabeza en billetes cada noche antes de apagar la luz.
Ocurre que ese millón y medio hubiera dado para generar algunos intereses que se perdían estando dentro del armario. Pero podía más sentir el dinero cerca, al alcance de la mano. Sin el riesgo de una quiebra total y absoluta de nuestro sistema financiero.
Lástima, dirán ellas, que antes de que esto se produjera alguien se asomo a ver que escondía el armario.
Debió ser como sentirse el dueño del cupón premiado. Aún debe estar corriendo.
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