lunes, 31 de octubre de 2005

Leonor y los okupas

Leo que ya nació la hija del príncipe Felipe y de doña Letizia Ortíz, antes Letizia solamente. Nació por cesárea en la clínica Ruber de Madrid. Leo también que un número indeterminado de gitanos (podrían ser medio centenar) de uno de los barrios más deprimidos de Granada ha tomado al asalto varios edificios de un pueblecito que se llama Jun.

Entraron formando tropel en las casas deshabitadas invocando el borrador de la ley que permitiría expropiar los pisos deshabitados. Por descontado este proyecto no verá jamás la luz, quedará como tantas cosas en la nebulosa de los errores, de los "espera que lo pienso mejor". El caso es que al entrar en aquellos edificios y por lo manido pero cierto de que la unión hace la fuerza prefirieron estar unos junto a otros, de forma que han terminado por echar a los legítimos propietarios a la calle, no contentos con ocupar solamente lo aparentemente vacío. A algunos los despertaron con golpes en la puerta, y cuando fueron a abrir se vieron de repente en la calle sin poder coger siquiera abrigo. En mitad de la noche y arrancados de sus casas. Algún vecino, invencible como Astérix, cuenta que en las escaleras se acumulan heces. Que los cables pelados se acumulan en una sola resistencia con gran riesgo de incendio, que les pusieron candados a las puertas. Porque aquí no se trata de algún raro ideal de vivir con las puertas abiertas, todo para todos, sino de un simple cambio de propiedad, nuevos días para nuevos dueños.


Yo no quiero pensar que esto hubiera podido ocurrir en la clínica Ruber, que hubieran entrado blandiendo hojas de periódico que recogen en primera plana aquel borrador, hasta la mismísima habitación de la princesa parturienta. Imaginen por un momento que bochorno para las casas reales extranjeras esta noticia inconcebible. Madre e hija sacadas a rastras de la habitación de la clínica por esa masa okupa, enfervorizada y lectora.

Es muy probable que hasta en Estados Unidos dieran semejante notición en sus tendenciosas cadenas. El mundo entero se haría eco de estas cosas que, uno no sabe muy bien cómo, ocurren.

En Jun están esperando que alguien otorgue el mandamiento judicial que devuelva las viviendas a los que las habitaban, mientras tanto se refugian en las de sus familiares. Nadie pisa ya la calle por temor a perder la casa.


Sin embargo tengo el pálpito de que lo de la clínica Ruber no hubiera podido ocurrir. Supongo que algún GEO de los de los tejados habría hecho algo, alguien entre tantos que hubiera parado los pies con un "no puede pasar", con un "vuelva usted mañana".

domingo, 30 de octubre de 2005

Pulseras

Salí a cenar con mis amigos del curso de formador ocupacional en la noche del viernes. Supuso una gran alegría volverlos a ver.

Tras la cena acudimos a un pub, uno de tantos que tan poco frecuento, y allí me sorprendí al descubrir los nuevos ingenios para ligar. Cerca de la entrada había un puestecito con pulseras de colores luminosas y cantarinas. Tres colores, verde, azulona clara y naranja.

El juego era sencillo, todo aquel que quisiera podía ir hasta el puesto y pedir una pulsera del color que le fuera más a su situación particular. Cada color respondía a circunstancias distintas. Aquellos que escogieran la verde aclaraban, sin lugar a dudas, que estaban libres para iniciar cuánto menos una conversación con algún desconocido, y algunos llegado el caso, dispuestos a sujetar, pecho contra pecho alguno de los pilares que sostienen la paredes. Los que la escogían azul no debían tener clara esa misma disposición, era algo así como "sí pero no". Supongo que es la pulsera más apropiada para aquellos que tienen pareja pero no quieren cerrar todas las puertas por si entrara por la puerta Brad Pitt o Angelina Jolie, y les señalara con el dedo. Vamos, que no estoy libre pero llegado el caso, raro, raro, raro, se podría hacer una excepción. Un convénceme de que valdrá la pena. La última de las pulseras, la naranja, de luz más apagada era para aquellos que entran a jugar al juego de las pulseras para contar que están pedidos ya, que no quieren un hallazgo nuevo ni anhelan excitantes amistades de medianoche. Que sobrios y borrachos deben ver dos cuando les miren. Porque ellos son solo la parte visible, hoy en este pub, como la cara de la luna, que tiene un reverso sin luz, que no se ve pero está.

Vivimos tiempos de alta tecnología, la gente acude a los chats pues algunos se convirtieron en verdaderas centros de citas. Allí se apalabran quedadas preguntando simplemente por gente de la misma ciudad, y se queda en sitios conocidos, y si la noche lo demanda ambos internautas acabarán acostados e improvisando desde esa posición.

La gente ya no tiene tiempo para entrar como se entraba, aquellos que sin pistas se arriesgaban a un ¿estudias o trabajas?, un ¡a ti yo te conozco de algo!
Otros vivimos todas estas cosas de otra manera, con una elaboración compleja, el ánimo distraido y el anhelo de una nueva coincidencia. Ningún día era el apropiado, ninguno descaradamente definitivo, pero los pequeños avances se festejaban con alborozo, se subían dos peldaños en escaleras hasta el cielo y se meditaba largamente desde los zancos de una ilusión cotidiana.


Mi grupo de amigos terminó como un corro de pulseras centelleantes. Alguno llevaba dos verdes, estando casado, otra se ponía una naranja y una verde haciendo de esa mezcla algo verdaderamente estimulante. Llevar ambas era algo así como llevar una azul pero ingeniosamente. Alguna otra amiga se ponía las tres, un par de ellas engarzadas de collar, respondiendo cada una a un color. Otra una en cada mano...

Por eso es tan buena gente, porque con tanto, también tiene esas cosas. Salimos a tomar cafés y ahí seguían danzando las pulseritas, saltando felizmente los charcos por el casco antiguo de Valencia.

viernes, 28 de octubre de 2005

¡Nooorl!

Caminaba ayer por la calle e iba pensando que tendríamos que desterrar los "no" del idioma. Al menos aquellos que utilizamos para rechazar propuestas, invitaciones o los que damos en simple respuesta a quién pregunta. Y no porque yo proponga decir a todo que sí, a todos que sí, sino porque el "no" tiene un mucho desagradable, con lo cortito que es. El rictus del que dice "no", es serio cuando no taciturno, y a veces suena a revancha, a clara venganza, a no me molestes, a ¿estás loco?

Por eso no es raro que el que oye un no se vuelva también taciturno o quede alicaído, de repente la posibilidad que fuera se esfumó, se la llevó cogida de las mangas ese "no", como para cruzar hasta la acera de los imposibles. Por lo inhóspito del "no" los solemos adornar con palabrería, no queremos decir "no" porque sabemos que a veces duelen, sobretodo cuando nos los dan a nosotros. Los disfrazamos con trajes nuevos y demostramos nuestra mano izquierda, que es dar "no" y hacer que parezca tal vez, quizá o más tarde. Esa destreza, que no tiene todo el mundo pero a la que aspiramos todos, es demostración inequívoca de lo buenas personas que somos. Cuántos menos "no" digamos, cuánto mejor los adornemos, en mejor consideración nos tendrán.



Hallada la raíz de uno de los problemas de la comunicación humana, yo propongo una solución. Quizá no es la mejor, puede que no sea más que un remiendo temporal, pero peor sería encontrar el problema y no esforzar una solución. Allí donde debas o quieras decir "no" di simplemente "nooorl". Verás como el resultado cambia.

La persona que recibe un "nooorl" no se ha llevado una negativa solamente, se ha llevado una bromita, es la negativa más dulce que uno puede desear. En realidad casi merece la pena recibirla solamente porque ambos protagonistas sonreirán y pasarán a otra cosa sin dramas ni reproches.

Dos amigos están por su condición de amigos, dispuestos a perdonarse casi todo, pero imaginen dos amigos que se dan "noorl" en vez de "no", sin quererlo, sin saberlo, inopinadamente se habrán vuelto más amigos.

Imaginen un debate entre gobierno y oposición en el Congreso de los diputados. Uno de aquellos a cara de perro, con algarada en los bancos. Si de repente el orador alza el dedo índice hacia el techo y grita estentóreo: ¡Nooorl! Se hará el silencio, se habrá llegado a un cierto consenso, al menos en lo que respecta a la alta consideración que le tendrán todos al interviniente. Unos y otros lo descubrirán líder, por supuesto con todos sus defectos, con el derecho a equivocarse, pero espontáneo y hasta magnífico. Si este fuera de serie presidiera el gobierno no tardaría en cundir el desánimo en las filas de los opositores, se quedarían de pronto sin fecha de regreso. Convencidos de la necesidad de revisar su propio organigrama y hasta sus fines. Si el interfecto es el del primer partido de la oposición se le acabarán las palabras a los gobernantes, se sabrán perdidos, porque nada llega más a la ciudadanía que un "nooorl" en horario de máxima audiencia, con tantos noticiarios haciéndose eco cada 6 horas.

Si el criminal confiesa tres delitos distintos, y es acusado de un cuarto del que es inocente y dice a viva voz "¡nooorl! o se lo hace decir a su abogado, nadie dudará de que es cierto que no tuvo nada que ver en ese cuarto desaguisado, y recaerá sobre él todo el peso de la ley por lo cometido, como debe ser, pero el juez se retirará a su despacho pensando que en el fondo era un buen tipo.

Los "noorl" son la esperanza que nos queda, la razón que motivará sonrisas donde antes solamente quedaba resquemor y tristeza. Desearemos preguntar, pedir y rogar porque en el peor de los casos nos dirán que sí, y en el mejor un "¡noooorl!" super fragilístico y espialidoso, que es un pase de pecho y unas banderillas de mentira, de las que se pegan con velcro, de las que no duelen y hasta hacen mucha gracia.

miércoles, 26 de octubre de 2005

Por boca de otro

Que yo no tengo autoridad para hablar de casi ninguna cosa es algo que no necesito que me aclare nadie. No la tengo porque me falta lo más importante, el conocimiento. Por norma general a los que son como yo (esa gran mayoría) se nos suele calar enseguida, simplemente metemos la pata, cometemos errores de bulto y quedamos en evidencia. Por eso si yo cuento que aquella guerra de ocupación fue ilegal (como así mantuve en alguno de mis arranques irreflexivos en este espacio) puedo pasar nada más por cautivo de ciertas convicciones.

Por esa razón me alegró hace unos días, leer a alguien que yo y cualquiera podría considerar un experto, y comprobar que coincidía en síntesis conmigo. La diferencia muy gráfica entre ambos, es que donde él puede agitar los brazos con cien documentos en cada mano yo agito las manos solas, o a lo más con unos abanicos para que me baje la calentura de exhaltarme tanto. El pone saber donde yo solamente vehemencia (y apenas algo leído aquí o allá).

Por eso, cuando apurada la noticia en El Mundo, con gran deleite por otro lado, descubrí su dirección de correo electrónico, no pude menos que felicitarle (detalle de cierta valentía, sin duda, cómo agradecería yo que muchos otros dieran tantas facilidades de acceso). Y ya entonces pensé cuánto me gustaría traer ese artículo a este, mi espacio. Para que quede para mis futuros regresos. Para que sepa encontrarlo si alguien duda, con toda razón, de las razones que me amparan.

En aquella primera comunicación no me atreví a pedírselo, pero la amabilidad de su respuesta me lanzó. Su respuesta concediéndome permiso y el artículo en cuestión los recibí a lo largo del día, en un único mensaje.

El autor del artículo es Augusto Zamora, profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid. Guardaremos una copia aquí mismo...


SADAM HUSSEIN: JUICIO POLÍTICO, NO JURÍDICO

El inicio del juicio contra el ex dictador y ex presidente de Iraq, Sadam Husein, está siendo calificado de histórico por quienes creen que debe ponerse fin a la impunidad y que los dictadores tienen que comparecer ante los tribunales. Nada que objetar al planteamiento, pues no hay excusas para la violación de derechos humanos; pero no es menos cierto que la aplicación de la justicia exige el respeto pleno de las leyes y procedimientos nacionales e internacionales, sin lo cual la justicia puede verse reducida a pantomima y burla.

El juicio contra el ex dictador está afectado, desde una perspectiva jurídica internacional, de graves vicios que privan de legitimidad al tribunal designado para enjuiciarlo. El mayor, aunque no único, es la forma en que Sadam fue derrocado y capturado. Tal se logró perpetrando el mayor de los crímenes contra la paz y la seguridad de la humanidad como es una guerra de agresión, que viola las normas más sagradas del orden jurídico mundial. Para entender mejor la trascendencia de este crimen cabe recordar que el Estatuto del Tribunal Penal Internacional (TPI) reafirma, en su Preámbulo, la obligación de los Estados de abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier otro. El artículo 5 del Estatuto incluye, además, el crimen de agresión dentro de la competencia del TPI. No se admite, pues, que la captura de acusados de crímenes perseguibles internacionalmente se haga perpetrando crímenes mayores. Admitir tal posibilidad sería aceptar que, para capturar a un criminal, puedan ser masacrados pueblos enteros. Tal aberración abriría la puerta a la comisión de crímenes más horrendos, como ocurre en Iraq desde el inicio de la agresión.

Otra cuestión es la referida a la legitimidad e idoneidad del tribunal. El artículo 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos dispone que “toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas garantías por un tribunal competente, independiente e imparcial”. Iraq es un país ocupado por 200.000 soldados y mercenarios extranjeros y el tribunal ha sido nombrado por las fuerzas de ocupación. Iraq, hoy, carece de instituciones independientes, de Constitución y de un ordenamiento legal que sea reconocido como tal. No hay, por tanto, un sistema jurídico fiable que pueda dar garantías de juicio imparcial. El tribunal es casi secreto y, salvo para EEUU y sus aliados, nadie puede creer que sea independiente. Es un remedo de tribunal o un tribunal político, creado para legalizar la venganza de los enemigos internos y externos del régimen baasista.

La acusación presentada versa sobre la represión a la oposición política. Las represiones internas, sobre todo en caso de sublevaciones o de movimientos separatistas, tienen una interminable lista, contándose por decenas los países, regímenes y tiranos que han ensangrentado sus países. En Guatemala, por cuarenta años, los indígenas sufrieron una represión brutal que dejó 200.000 muertos. Leyes de amnistía cerraron el capítulo sin juicio contra nadie. Otro tanto ocurrió en Argentina, Uruguay o Chile. En la última década, África ha sido escenario de las guerras más sanguinarias de las últimas décadas, con millones de víctimas. Nadie ha sido perseguido ni enjuiciado. Con excepción del genocidio en Ruanda y de la ex Yugoslavia, para lo que se crearon tribunales internacionales ad hoc, el resto de los crímenes no cuenta, preocupa ni perturba a nadie. De ahí que el juicio contra Sadam sepa a revancha. Se trata de una aplicación selectiva de la justicia, donde lo que se juzga no son los crímenes en sí –que los hubo y deben juzgarse- sino el desafío de Sadam a EEUU.

Interesante será ver la lista de cargos contra Sadam. Si se le acusa del empleo de gases tóxicos o similares, prohibidos desde 1925, habrá que recordar que EEUU lanzó sobre Vietnam 80.000 toneladas de químicos, entre ellos el agente naranja, que provocó entonces centenares de miles de víctimas y las sigue causando hoy en la población vietnamita. Nadie pide perseguir y enjuiciar a los gobernantes estadounidenses culpables de la barbarie. Los adversarios de Sadam le acusan también de la muerte de 15.000 personas. Desde el inicio de la guerra han muerto en Iraq más de 100.000 seres humanos y decenas de poblados han sido bombardeados o destruidos. ¿Quién juzgará esos crímenes?

Sadam ha sido llevado ante un tribunal espurio para satisfacer una política imperial, no para mejorar el Derecho y la Justicia. Si de perseguir criminales se tratara, no es Sadam el peor de todos. Hay otros, poderosos y blancos, que matan en nombre de Dios y los gobiernos occidentales callan o dicen amén. EEUU, impulsor del juicio, daría mejor ejemplo ratificando el Estatuto del TPI y aceptando un tribunal internacional para Sadam. Otro tribunal habrá que pedir para los responsables de la guerra de agresión contra Iraq.

martes, 25 de octubre de 2005

"Nos" que importan

Si alguien me preguntará una razón, a bote pronto, que sostenga que algo se rompió y que no hay pegamento que lo arregle, yo no tardaría en responder. O tal vez la sensatez dependa de la puerta a la que llames. Mi pensamiento está tan condicionado por mis propios arquetipos...

Lo cierto es que la idea me la dio la tapa de mi "unidad central de procesamiento" (CPU). La tengo ahí detrás, al encima de un armario, hacía mucho que no la veía. ¿Qué por qué tengo abierta la caja del PC? Porque a veces la RAM falla y cambia el encendido correcto por un sinfín de pitidos. En ella pegué y ahí sigue, una pegatina con aquello de "No a la guerra". Al verla he recordado las pasadas elecciones generales y como se trataba de impedir que la gente acudiera con camisetas con ese lema. A algunos esa frase, que suscribiría inocentemente un niño educado en muy básicos valores les sentaba extraordinariamente mal. Al verla se sentían insultados, supongo que porque toda generalización es mala, y los "No" rotundos frente a lo que sea son esencialmente injustos. Todo debe ser medido de acuerdo a las circunstancias. Ya no se puede ser taxativo o rotundo en nada. Estar en contra de la guerra por principio es erróneo. Nada queda que sea indiscutible.

El día en que en una reunión de adultos alguien fue expulsado porque llevaba una camiseta de "No a la guerra", el día en que esa persona fue zarandeada y empujada hacia la salida, hasta echarlo, empezamos a perder el norte. Era un fundamentalista entre radicales de lo opuesto. Probablemente la brújula falló antes, cuando se decidió que otros intereses importaran más que las vidas humanas. Cuando los políticos entendieron el fascinante color de la política que no necesita de moralidad alguna. Solamente importa alinearse con los ganadores, saber escoger, ellos o nosotros.

lunes, 24 de octubre de 2005

Filosofías

Ayer preparamos en casa de Sestea una empanada de hojaldre. A cuenta de colocar los papeles sobre la bandeja iniciamos una agradable discusión. Ella había puesto los papeles que vienen en la caja con la pasta de hojaldre, uno encima del otro, y yo los separé para que cubrieran mejor toda la bandeja. "Verás como los extremos del papel se queman" me dijo. Y se quemaron.

El caso es que yo le dije que había que ser muy zoquetita para poner los papeles uno encima del otro, como para hacer calco. Le reconocí su memoria mayor, sin comparación con la mía, tan chiquita, y abrí la veda con media sonrisa. "Tienes mucha más memoria que yo, para qué lo vamos a negar, oyes una canción y te la sabes, pero parece claro que yo soy más listo", "sólo alguien bastante torpón pondría los papeles de esa manera". Ella reía diciendo que qué digo, porque está dispuesta a defender su inteligencia por encima de cualquier cosa, y yo reía removiendo en la sartén el atún, la cebolla y el pimiento rojo picado con el tomate frito, porque en memoria e inteligencia andaré frente a ella siempre dos sets abajo.


Hace algunos días pensaba sobre la vida. Las decisiones que se toman. El carácter perdedor del hombre desde que nace, simplemente porque no lo podrá abarcar todo. Sus pasos en pos de un objetivo lo alejarán de otros. Cada acercamiento hacia una meta alejará otras que se volverán imposibles (condenados a descartar mucho más que a escoger). El triunfo en una disciplina conllevará también el reconocimiento de muchos más fracasos, pues no solo fracasa el que se quedó en el intento, también aquel otro que lo abandonó todo por perseguir algo, independientemente de que ese algo se consiga.

¿En cuántas materias más hubiera podido destacar Einstein?
Simplemente le faltó tiempo para demostrar su inmensa valía.

¿Cuántas veces hubiera cambiado aquel deportista todas sus medallas por ser recordado por méritos distintos que los deportivos?
Sobretodo cuando de anciano aquellas proezas le quedaban tan lejos. Como hubiera deseado análogos éxitos a los conseguidos pero en el terreno del intelecto.

La vida de este modo es un pasillo repleto de puertas, el individuo llega hasta ellas y toca el pomo. No puede estar convencido, enteramente convencido de acertar traspase la que traspase. Toca con la palma de la mano cada puerta, midiendo la temperatura, meditando no se sabe qué, porque no sabrá a que atenerse. El profundo desconocimiento de casi todo, lo escogido y lo descartado infecta la misma toma en consideración. Sin embargo entra en una y descubre un nuevo pasillo, nuevas decisiones que irán construyendo su vida. Y en cada pasillo encontrará nueva gente que irán componiendo las piezas del puzzle de sus recuerdos, gente nueva que ante las mismas puertas tomará sus propias decisiones. El hombre entonces, eterno insatisfecho por lo conocido sentirá la pena y la amargura del paso del tiempo. Y querrá volver a los antiguos pasillos, a la gente que dejó atrás. De vuelta a anteriores pasillos probará en otras puertas que llevarán a otras y a otras. Pero siempre quedarán puertas por abrir, tantas que ni siquiera se consideraron, quizá por nimiedades como ahorrar dos pasos. La voluntad clara de un trayecto más corto. Y en su regreso volverá a encontrar a las personas, pero ya nada será lo mismo. Ellos y él mismo estarán cambiados, porque la vida nos cambia. Aprendemos a vivir viviendo. Con el poso que dan los años, todas las conquistas no son nada frente a tanto irrealizable.

sábado, 22 de octubre de 2005

Una hormiga

Vuelvo del purito centro de Valencia. Allí las personas son hormigas con ansiedad por comprar. Las tarjetas bancarias entran y salen de las carteras, el dinero viaja en transferencias de unas cuentas a otras. Las dependientas sonríen y dan la compra por encima del mostrador. Se hacen colas, para probar, para pagar. La ropa se mira, se toca, se extiende y a veces se dobla y coloca. La gente sale desbocada con sus nuevos adornos, con nuevos uniformes de la moda para el fondo del ropero.

Yo que soy hoy acompañante y de hacer pocas compras me quedé en la puerta junto al guarda en "Mango". A los pocos minutos una señora con sus dos niñas pequeñas hace saltar todas las alarmas. El hombre les pide que pasen de una en una bajo el arco y resulta que una de las niñas lleva unas zapatillas no sé si de Zara o de donde que hacen aullar la sirena. Todas las veces, sin fallo o error. Tras una conversación breve salen la madre y sus hijas a escape por la puerta. Demasiadas miradas para una única sospecha.

Le pregunto al guarda, que es un hombre mayor como disfrazado, si aquello saltó por algún tipo de código de barras, y me dice que no. Que esta tienda como todas las pequeñas y medianas del centro tienen el mismo tipo de detector. Y que éste no hace distinciones entre los artículos, cualquiera de ellos sonará en cualquier otra tienda. Solamente El Corte Inglés por lo que me dice, discrimina los artículos foráneos y permite su paso sin escandalizar a nadie.

Lo más curioso del caso es que por lo que se ve, aquellas zapatillas podían tener al menos 1 o 2 meses. Que en su día fueron "desactivadas" para no hacer saltar la alarma, pero que luego con el propio uso, algún tipo de electricidad electrostática, me cuenta, logra que vuelvan a activarse. Que les pasa mucho con bolsos y zapatillas.

Me dice que si eso le ocurriera a él no volvería por Zara a comprar. Yo le digo que por norma el cliente no sabe que es lo que pasa. Se desconcierta, desea que le trague la tierra, pero no volverá por Zara, aunque haya dos en Colón, para ser de nuevo desactivado. No llegará a entender que si después del mal trago sigue de tiendas saldrá entre campanadas de todas ellas.

Meten el chip o dispositivo en la propia goma de la suela. Lo hacen desde el mismo momento de la fabricación, de forma que el cliente, que es un fenomenal pagador, paseará con su artículo y con el riesgo de que pensemos que es un mangante, a poco que tenga mala suerte. Si su continuo ir y venir resucitó aquel mortecino emisor.

Hoy nos ponen esos artilugios en lo mullido de goma para que no sepamos que existen. Son pequeños infiltrados con los que no contamos. Auténticos desconocidos. Más adelante quizá nos camuflen algún otro dispositivo de control. Quien sabe.

Cuando uno sale al centro, rodeado de tanta gente subiendo y bajando la calle, siente ganas de detenerse en el centro de la corriente, extender los brazos y mirar al cielo. Se siente uno como una hormiguita, todos miran hacia delante, pero en realidad nadie ve a nadie.

viernes, 21 de octubre de 2005

Nueva apariencia

Hoy 21 de octubre le hago un lavado de cara a mi rústico weblog. Pero no te fíes de las apariencias porque por debajo sigue siendo el mismo. Esconde lo mismo que escondía y seguirá siendo folio en blanco para cuando tenga algo que contar. Soy de aquellos que ante la posibilidad de caer envenenado prefiere no morderse la lengua. Parece que vayamos a empezar de cero, borrón y nuevas cuentas, pero atento llevamos mucho recorrido. Queda mucho más.

Es mejor Jordi

Ayer visitaba este weblog mi amigo Jordi. Me dijo que tenía que hablar de él aquí, y ya lo he hecho alguna vez, aunque encontrar aquel o aquellos artículos entre tantos de casi 5 años sea tarea desalentadora, por eso no le pediré ese naufragio a él ni lo haré yo. Si me pierdo entre aquellos escritos soy capaz de no regresar mentalmente en condiciones, (en mis actuales condiciones que tampoco digo que sean óptimas, pero no me ayudará en nada la lectura de mis neuras anteriores, los cimientos sobre los que se asentarán mis nuevas neuras, ... regresar sobre el GAL a estas alturas no favorecerá en nada a nadie).

Así que mejor si escribo algo nuevo. De Jordi puedo decir que es un buen amigo, que tengo la suerte de habérmelo vuelto a encontrar tras un lapso sin vernos, y que probablemente es el mejor actor de todos los que he conocido personalmente (y de los no conocidos andará justo por detrás de De Niro :)) Aún recuerdo nuestros ensayos en el cuchitril de "El Baúl" hace tantos años. Aquellos ensayos eran para mondarse de risa, yo acababa por norma general revolcándome en la silla, y terminaba llorando de risa. Recuerdo ahora, según escribo, que durante un tiempo casi se nos hizo imposible ensayar juntos, nos daba la risa nada más empezar y aquello era ya imparable, como los penaltis que lanza Camacho.

Ahora Jordi se come el mundo en Madrid, apostando como un valiente por dar rienda suelta al arte dramático que en su caso es el arte del cómico, pues pocos podrán igualar su capacidad para el humor. Ya lo van descubriendo poco a poco, no le llegó todavía su gran oportunidad, pero sabrá ser el centro de todos los focos.



En los medios de una plaza de toros y en los medios televisivos se necesita además de talento una pizca de suerte. Es curioso el caso del "Neng". Un actor tan listo como para representar un personaje poco menos que retrasado mental y que esto le de mucho dinero. Supongo que es la evolución lógica de aquel mundo de los payasos, dicho esto sin ánimo de ofender. En sus mejores tiempos se juntaban uno listo y otro tonto que caía al suelo al irse a sentar sobre una silla que ya no estaba. El listo se la había quitado. El tonto llevaba indefectiblemente una pelota roja en la nariz. Hoy el listo es Buenafuente y el tonto el Neng, un tonto que pese a retratar a una serie de individuos muy específicos, ha logrado que estos se afiancen en su estereotipo y luzcan su pinta y sus maneras con nuevos bríos. Lejos de sentirse insultados por quien coge su rol unas horas al día para luego volver a la normalidad, lo celebran sintiéndose importantes, con la importancia que da a todo la televisión. Homer Simpson se abrazaba a ella y le susurraba "nunca más me enfadaré contigo". Son "nengs" veinticuatro horas al día y para siempre.

Reconocidos los méritos del actor, no apuntaremos entre ellos la célebre frase "¿qué pasa neng? Simplemente porque es una frase de uso muy común en catalán, aquel ¿qué pasa nén? Estamos siempre dispuestos a comprar lo mismo que tenemos en casa solamente porque nos cambiarán el envoltorio.

El Neng tiene mérito, yo que llevo hablando un rato de él apenas lo conozco. No veo apenas la tele (no me abrazaré por tanto a ella). Quizá por eso me equivoco tanto, porque siempre estoy dispuesto a abrir la bocaza para hablar de cosas de las que apenas tengo unas trazas. Por eso es mejor que vuelva a Jordi, ese amigo mío de talento mayor, que se hará con la televisión en cuanto surja la oportunidad adecuada. Entonces la televisión iniciará una remontada que algunos ansiamos, y lloraremos de risa y de alegría diciendo con estupefacción "cómo puede ser tan bueno".

jueves, 20 de octubre de 2005

Planeta

Si yo fuera un escritor mejor de lo que soy, que aunque con toda la humildad del mundo mi condición de escritor se hace patente desde estas mismas letras, sencillamente porque escribo, si a alguien le parece que ese calificativo me viene grande, lo que es seguro, partamos con la concesión menor de escribiente. Pero no al dictado de alguien, sino de lo que discurro en este instante, en este vivo y digo, aquí y ahora.

Si yo que soy escribiente fuera escritor no aspiraría en verdad al Planeta. No digo que no me seduzca el prestigio, la fama intelectual en este país donde se regala fama casi por cualquier cosa, se admira hasta al asesino y algunos lo emulan con nuevos crímenes por dar igual en el telediario. Claro que quisiera que me hicieran entrevistas, ir a la librería de mi calle a ver como se acumulan en la estantería ejemplares de mi primera novela. De mi primer Planeta (a posteriori el último, que si no funcionan las ventas...).

Mirar al curioso que la coge de la estantería y al mirar el reverso descubre mi rostro en pose seductora, y luego al mirar al frente mi rostro de nuevo sonriente y orgulloso. Su dedo se levantaría hacia mí, señalando la ruta invisible desde la foto hasta mi cara, su boca se abriría como para decir algo, ... pero no diría nada. Cerraría el libro, lo devolvería a la estantería y saldría sonriendo para contar a algún amigo lo ocurrido, tomando un café con novedades que confirman lo pequeño que es el mundo.

Pero yo entre todo eso, esos 300.000 euros que son exceso para el que no le falta para comer, y la posibilidad de gustar a Juan Marsé me quedaría con lo segundo. Prefiero renunciar al dichoso premio si no logro unanimidad en el jurado, sino están todos ellos dispuestos a jurar sobre mi novela que su lectura fue lo mejor que leyeron en el último año (desde la anterior concesión del Planeta).

Que bueno sería tener la agenda tan libre de compromisos como está hoy, sin ocupar las portadas de las revistas del corazón que son capaces de encontrar carnaza hasta en lo que les es tan radicalmente opuesto, los autores intelectuales y novelistas primerizos. Tener la conciencia tranquila y a la vez poder pensar que tu novela entusiasmó a Juan Marsé y al resto de los miembros del jurado. Para ello renunciar al montante en efectivo sería poca cosa, yo lo haría de buen grado. Lástima que gustar a todo el mundo sea tarea imposible. Me tendré que contentar con ese 90% que nadie creerá...

miércoles, 19 de octubre de 2005

SERVEF

Al servicio valenciano de empleo le han entrado de repente prisas. Tras tenerme olvidado como un númerito más en la relación de los que son un número sin quererlo, se ha acordado de mí, especialmente en la última semana. Todos los días me envían algún mensajito para que llame a un teléfono y me descuelgue con una referencia. O me llaman directa y amablemente al móvil para decirme si me interesa un trabajo de tal o cuál cosa. Y a mí por descontado que me hubiera interesado cuando miraba desde el balcón sin encontrarle a la calle ninguna perspectiva. Hoy, ahora, a pesar de sus ofrecimientos no hay nada que me puedan dar, nada que pueda cambiar el rumbo escogido. Parece que a la alcaldesa le hubiera entrado un miedo súbito a no poder encontrarse conmigo por la calle, y eso que, con toda seguridad no soy su tipo. Han puesto a todos los organismos a trabajar para darme trabajo. Justo ahora que ya no necesito de sus pesquisas. Algún organismo equivocó mi estado y deben pensar que estoy cobrando del paro...

Mi futuro se escribirá en otro sitio, y se hará así gracias al favor inmenso de un amigo, porque confió lo suficiente para otorgar una oportunidad que no desaprovecharé. Él se ganó un trocito de cielo por su buena acción, y yo la ocasión de orientar mi vida, hacerme un hombre de provecho como fue y es mi padre. Lo haré lo mejor que pueda.

lunes, 10 de octubre de 2005

Vehículos sin conductor

Leo que en Estados Unidos se ha realizado una carrera entre vehículos sin conductor para una distancia sinuosa de 212 kilómetros. El premio además del prestigio que acompaña al ganador, que se da hasta en las confrontaciones más amistosas o humildes, petanca o unos bolos por ejemplo, ha constado de 2 millones de dólares, pasmar a la competencia y muchas fotos.

La cuestión de fondo es que Estados Unidos quiere mejorar su industria bélica, esto es esencialmente matar cuantos más enemigos mejor y sufrir las menos bajas posibles. De ahí esos vehículos tan tecnológicos, los ordenadores y sensores se pueden reponer, solamente hacen falta millonarias inversiones y eso nunca fue problema. Un Congreso unido jamás será vencido, un puño en firme frente al enemigo. Las bajas humanas son sencillamente irreemplazables, cada muerto alguien que no volverá. Lástima que no se den cuenta de que los muertos son todos iguales, que al morir la nacionalidad, el idioma y hasta los valores se acaban. Un montón de muertos apilados en una cuneta o en ataúdes con banderas perfectamente alineadas se confunden. En ambos casos , estos y aquellos, ellos, todos, aunque por distintos motivos son irreconocibles. Que a los muertos les sobran hasta los nombres de pila, los apellidos, los pierden al morir, ya no responderán a ellos ni nadie espera que lo hagan, son simplemente bajas del argot militar y una ausencia duradera para los allegados en la cruzada de seguir vivos. Nombres convertidos en evocación, tan reales como escrutar la sombra propia en el suelo.

Nuevas mejoras para otros conflictos. Aunque en Lousiana hubieran descuidado los diques de la ciudad ante una amenaza cierta y anunciada por fomentar nuevas soluciones en terreno hostil.

Lo importante es estar preparado ante la amenaza exterior que quiere hundir el sueño americano y resolver lo doméstico como buenamente se pueda.

Probablemente el problema resida en el propio sueño. No se quiere lo que se debe.

domingo, 2 de octubre de 2005

Casi todo es casi nada

No es mío es de Sabina, pero lo traigo a colación porque forma parte de la canción que escucho y porque sería sintesis apropiada a mi idea de relativizar cada cosa que ocurra. Dar la importancia justa a cada suceso, no dramatizar nunca, porque ya lo dijo alguien más sabio que yo, tan sabio como Sabina supongo, porque tiene mérito encontrar las palabras justas que expresen justamente lo que se quiere decir, decía aquel que lo que no tiene solución ya está solucionado. Que verdad es.