Vuelvo del purito centro de Valencia. Allí las personas son hormigas con ansiedad por comprar. Las tarjetas bancarias entran y salen de las carteras, el dinero viaja en transferencias de unas cuentas a otras. Las dependientas sonríen y dan la compra por encima del mostrador. Se hacen colas, para probar, para pagar. La ropa se mira, se toca, se extiende y a veces se dobla y coloca. La gente sale desbocada con sus nuevos adornos, con nuevos uniformes de la moda para el fondo del ropero.
Yo que soy hoy acompañante y de hacer pocas compras me quedé en la puerta junto al guarda en "Mango". A los pocos minutos una señora con sus dos niñas pequeñas hace saltar todas las alarmas. El hombre les pide que pasen de una en una bajo el arco y resulta que una de las niñas lleva unas zapatillas no sé si de Zara o de donde que hacen aullar la sirena. Todas las veces, sin fallo o error. Tras una conversación breve salen la madre y sus hijas a escape por la puerta. Demasiadas miradas para una única sospecha.
Le pregunto al guarda, que es un hombre mayor como disfrazado, si aquello saltó por algún tipo de código de barras, y me dice que no. Que esta tienda como todas las pequeñas y medianas del centro tienen el mismo tipo de detector. Y que éste no hace distinciones entre los artículos, cualquiera de ellos sonará en cualquier otra tienda. Solamente El Corte Inglés por lo que me dice, discrimina los artículos foráneos y permite su paso sin escandalizar a nadie.
Lo más curioso del caso es que por lo que se ve, aquellas zapatillas podían tener al menos 1 o 2 meses. Que en su día fueron "desactivadas" para no hacer saltar la alarma, pero que luego con el propio uso, algún tipo de electricidad electrostática, me cuenta, logra que vuelvan a activarse. Que les pasa mucho con bolsos y zapatillas.
Me dice que si eso le ocurriera a él no volvería por Zara a comprar. Yo le digo que por norma el cliente no sabe que es lo que pasa. Se desconcierta, desea que le trague la tierra, pero no volverá por Zara, aunque haya dos en Colón, para ser de nuevo desactivado. No llegará a entender que si después del mal trago sigue de tiendas saldrá entre campanadas de todas ellas.
Meten el chip o dispositivo en la propia goma de la suela. Lo hacen desde el mismo momento de la fabricación, de forma que el cliente, que es un fenomenal pagador, paseará con su artículo y con el riesgo de que pensemos que es un mangante, a poco que tenga mala suerte. Si su continuo ir y venir resucitó aquel mortecino emisor.
Hoy nos ponen esos artilugios en lo mullido de goma para que no sepamos que existen. Son pequeños infiltrados con los que no contamos. Auténticos desconocidos. Más adelante quizá nos camuflen algún otro dispositivo de control. Quien sabe.
Cuando uno sale al centro, rodeado de tanta gente subiendo y bajando la calle, siente ganas de detenerse en el centro de la corriente, extender los brazos y mirar al cielo. Se siente uno como una hormiguita, todos miran hacia delante, pero en realidad nadie ve a nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario