Ay, la vida que atroz es de vez en cuando o con algunos. Es maldita compañera, impermeable a sentimientos o a treguas. Marca en su transcurso, realidades difícilmente digeribles.
Anteayer hallaron el cuerpo sin vida de aquella valencianita de 26 años, desaparecida el día de nochebuena. Parece que se despidió como cualquier otro día, anunciando una vuelta temprana; pronto por la cena, Noche buena que es una de las pocas noches que le usurpa protagonismo a los días. Pero no regresó. No volvió a cenar esa noche ni ninguna otra, hasta que la hallaron colgando de un árbol, frente a los avances arquitectónicos de esta ciudad Valencia, que quiere crecer.
Se dice que sentía la soledad de un desengaño amoroso reciente. Funesto amor, que es capaz de entregar la vida a la muerte. Poderosa razón, y flaca a mi parecer, pues la vida tiene tanto que ofrecer, que no nos doblegará en tantos obstáculos como nos opone. Es su función, la vida es perder, y es sacrificar, pero es también salir airoso de tantos años.
Esa chiquita, ... no conocerá el nuevo milenio y tantas posibilidades como puede ofrecer. Decidió que no merecía la pena esperar.
Que descanse en paz.
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