El miércoles que viene estaré al otro lado del teléfono de Telefónica Movistar, el gigante de las telecomunicaciones necesita operadores de saldo, con la dignidad tan acusada que te puedas cagar en sus madres y no puedan colgarte con cajas destempladas. Le puedes maldecir y él (yo) se ha de despedir con un cortés:
- Me parece a mí que su consulta no está relacionada con el servicio. (La perspicacia nos la toleran).
Y eso es en realidad lo que peor llevo, porque uno puede tolerar las bromas telefónicas con apariencia de verdad, esto es, que te tengan de un lado a otro para que al final te cuelguen o se despidan con un ¡viva España! o con un "en realidad no me interesa, solo hacía tiempo hasta que vengan a recogerme". Pero convertirme en el felpudo de los sin agallas, que me digan el mal del que he de morir (en muchos años), eso no por favor.
El caso es que vuelvo por El Corte Inglés para Julio, y no sé en qué acabará todo esto. Si los de Atento permitirán mi marcha sin que los otros hagan pago de mi cláusula de rescisión (imaginaos a Raúl el del anillo besuqueado cambiando por las bravas de equipo, sin consultar siquiera a Valdano que le dio todo lo que es).
Hace un tiempo me reía con mi amigo Javi Coto, ¡qué mal está la cosa! Muy mal, sí muy mal. Y sin embargo, incluso para atender a quien toca al teléfono hay que pasar entrevista y formaciones, de 12 días sin pago,
nuestro pago es el saber, ...
y aún con esto, viene una criba y te puedes quedar fuera, como Carolina que en los teléfonos de Retevisión decía Carmina cuando lo de decir su nombre, así rápido, y que no ha pasado donde yo porque era reivindicativa y metía la pata cuando había que quedarse mejor calladitos.
Ahora bien, ninguno nos peleamos por estar en la piel del otro.