Hoy se cumplen 60 años desde que las tropas rusas liberaron el mayor de los campos de exterminio nazis, Auschwitz. En él alrededor de millón y medio de judíos, gitanos, homosexuales, disminuidos físicos o psíquicos fueron gaseados en el interior de, lo que fueron, dos granjas. A ellas eran conducidos por presos intérpretes siguiendo las indicaciones de las paredes, "a los baños", o "a desinfección". Les daban precisas instrucciones de donde debían dejar la ropa, bien doblada para poderla recoger después. Juntaban alrededor de 2000, entrando en el recinto por separado hombres y mujeres y niños, les acompañaban hasta dentro para que estuvieran tranquilos y en el último momento se escabullían para cerrar hermeticamente la puerta.
El asesinato de todos ellos llevaba entre 3 y 15 minutos, aunque como al principio no tenían mirilla algunas veces abrían las puertas y quedaba algo de vida.
Hoy alguien se pregunta porqué no se intervino antes para detener las matanzas. Dicen que un bombardeo sobre las vías del tren que unía Birkenau y Auschwitz hubiera bastado. Era cortar la fuente que nutría al campo de nuevas víctimas.
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