Sigue vivo.
Plaza Garibaldi - Ismael Serrano
Justo cuando estaba a punto de perder el nombre lo he recuperado. Porque un cualquiera pensará que esto de Anado le cae a uno del cielo, que es una lotería, que me cayó Anado como pudo caerme Properio (que también fue mío hace algún tiempo). Pues ese cualquiera se equivoca, para ser Anado hay que merecerlo, y dicho eso admitiré, de igual modo, que yo había empezado a perder méritos para retenerlo. Como un campeón de los pesos pluma que hubiera estado noqueado 8 segundos y luego se hubiera levantado como impulsado por un resorte que obrara el milagro. Así hoy me puedo decir Anado sin que nadie pueda objetar gran cosa.
Tan Anado soy hoy que no me nace hablar de los políticos, con lo que hemos de concluir que soy menos Anado que nunca o al menos un Anado distinto, nuevo, renovado. Hoy no quiero ensuciar este espacio, pues al tiempo se me ensucia el alma. Prefiero regodearme en mi nueva condición de Anado, ahora resplandeciente, ese ser que de ser distinto podría grandes cosas.
Hoy vuelvo siendo Anado. Recién regresado de la piscina. Metí las piernillas primeramente, como un anciano, para luego dejar caer pesadamente todo el cuerpo. Pero es que ese cuerpo era del que estaba a punto de perder el nombre, yo, el de ayer mismo, para una vez en el agua, con la naturalidad de una sirena ir quitando pesadumbre y torpeza como pescadero que limpia las escamas de un pez color plata. A la vez entonces iba volviendo a ser yo, iba recuperando mi condición A NADO. Al lanzar el primer largo, brazos insólitamente poderosos, no había más que velocidad, como si mi entorno natural fuera el agua y hubiera estado aguantando la respiración hasta verme otra vez dentro. Ese largo primero ha sido la felicidad plena. Un reencuentro largamente esperado. Y se consumió en un instante, fruto de la potencia y de la escasez de metros.
Luego ya puestos en esa renovada condición de versátil nadador han caído otros tantos. Como si me viera desde fuera, como si fuera otro el que va de lado a lado. Que lo mismo se marca un crol como vuelve dando brazadas acompasadamente. Y así se consumieron otros cuántos, pocos la verdad, pues he de admitirlo, en algo se perdía mi apostura de nadador olímpico, fruto un poco por el cansancio y otro por la descoordinación inherente a haber abandonado la costumbre del esfuerzo sostenido, no por culpa mía, sino de esta vida aburguesada de treintañero a mitad de recorrido.
Y es que el tiempo es quizá mi mayor enemigo. Mucho más grave que la chusma de la que suelo predicar. Pues es quizá lo único que no tengo controlado del todo. Me gustaría agarrarlo pero se me escapa sin remedio.
Lamentablemente he de reconocerme poco dado al sacrificio o al dolor. No he sido bueno en nada que requiriese de gran constancia. Alguna vez me he imaginado en mitad del océano como un naufrago y me he preguntado acerca de qué sería de mí. Para resolver, sin lugar a dudas, que moriría ahogado.
¿Pero cómo? ¿No eres Anado?
Lo soy, hoy más que nunca. Pero así, en mitad de la nada, un Anado abandonado.
Yo no puedo estar solo.
4 comentarios:
Osea que lo de Anado viene de ahí?
Pues yo aun recuerdo ese properio que nos cruzó en el camino.
Hay que ver las cosas de la vida...
Besos
Jejeje. Tú buscabas otra persona, es verdad ;)
Un abrazote Su.
Me alegro Anado. La piscina siempre hace bien.
Gracias Sonia.
Sienta muy bien. Lo único que hay que hacerse el ánimo para repetir.
Un besote.
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