Mi corazón de viaje.
Peces de ciudad - Joaquín Sabina
Date cuenta que no hubiera cambiado muchas cosas sobre mí. Desde luego no habría querido tener más tocha, que la que llevo en la cara es herencia directa de mi padre, y se me hizo difícil dar las justas proporciones a la cara a su alrededor para que quedara más o menos disimulada. Para que, sin ser bello, hubiera una cierta armonía en el rostro. Para ese propósito me vino muy bien mi abandono de todo ejercicio físico, a más cara, impresión de nariz más pequeña. Con lo bien que lo estaba haciendo y vuelvo a la piscina ¿A quién se le ocurre?
Sin embargo paso la tarde viendo al bueno de Colombo, que es más feo que yo pero mucho más listo, y ahí es donde duele. Porque yo tengo pocas cosas que reprocharle a la naturaleza, a Dios o al destino que junto espermatozoide y óvulo para que yo estuviera aquí. Pero una sí, que no sea más listo de lo que soy. ¡Yo quería tener un cociente intelectual de 170 como Albert Einstein! La prueba fundamental nos la dio, cómo no, la tecnología. La Nintendo DS de un amigo, con uno de esos juegos que ponen a prueba el cerebro con gran variedad de preguntas, que hasta miden la velocidad de respuesta. El resultado no se hizo esperar y fue muy gráfico.
Intelectualmente me muevo a pie. Lastimosamente, añado yo. A Sestea que sacó dos oposiciones del Estado, una de ellas de grupo A, y siempre fue más lista (pero más bajita) que yo le salió que va en bicicleta. A parecidas pruebas un resultado mejor. Yo a pie, ella en bici.
Y conste que las repetimos por no estar yo del todo conforme. Pero la verdad es que estas cosas son incontestables me ponga yo como me ponga. Mis propios resultados justifican que no se me ocurra nada que objetar.
Aunque que ella era más brillante que yo ya lo había sabido de antes. Desde los tiempos en que la enseñé a jugar al ajedrez y a la tercera partida ya me ganaba. Yo no daba crédito a que se diera tal cosa, pude entonces improvisar un movimiento nuevo para mi caballo, único en su género, pero claro, nunca fui de hacer ni media trampa. Obviamente en cambio, después de aquello, se acabaron las partidas. Que a mí siempre se me dio peor perder que ganar...
Ninguno las echamos de menos especialmente.
Yo creo que ella solamente cometió un error en su vida, entendiendo error por un hecho mal pensado. Ponerse a querer a alguien más tonto que ella.
Fue una lotería. Cosas del corazón.
Pero a mí no me habría pasado. No seré tan tonto...
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