jueves, 20 de mayo de 2021

Desde la pandemia no hago más que cruzarme con gente guapa. Y no es porque mis ansias de Euromillón me hayan hecho alternar ya con los ricos y famosos,  ocurre que todavía no encontré a quien no le siente bien una mascarilla. Han venido a protegernos sí, pero también a guapearnos. No nos engañemos, lo más bonito de cada cara son los ojos, y la mascarilla en la cara nos los ofrece en bandeja, sin nada que nos distraiga o nos estropee la impresión. Los ojos nos hablan ahora que la boca no nos dice nada. 

Así ocurre que cuando la persona, cualquier persona, se retira por alguna razón la mascarilla vemos su rostro completo y seamos francos, es una decepción flagrante, no está a la altura de lo que para los ojos habíamos imaginado. Yo mismo me he convertido en una persona bellísima, que bellísima persona era ya desde antiguo, le he dado a esta cara un sentido con la mascarilla, que tapa esta nariz mayúscula de Cyrano y queda elegantemente aposentada, casi regia, con cuerpo como un Ferrari que es bello hasta con la lona puesta. Somos gente guapa, ahora me doy cuenta, y era tan fácil como nunca hubiéramos imaginado, solo había que tapar la cara.

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