Estoy en perfecta armonía y sincronizado al segundo con mi nuevo ebook verde, que no fue regalo de Jeff Bezos, por mucho que antes me invitara a acompañarlo al espacio. Está resentido y me tocó pagar, el día que casi aprendo alemán. Pero ha sido una unión tan feliz y tan provechosa hasta la fecha que no voy a tener en cuenta que fue por dinero, que todo lo ensucia. Que llegó hasta mi en una fría transacción comercial.
Pero luego todo ha sido vino y rosas. Llevo en este ínterin ya un libro leído, que no publicitaré bastante porque es de auto ayuda y esos se leen en secreto y para ser (más) feliz (El arte de no amargarse la vida de Rafael Santacreu). Pero he de reconocer que cada rato con el libro de los libros en la mano es una delicia. Es como un libro convencional pero mejor, pues no sé arruga.
Me falta tiempo ahora para leer, que es lo que quiero hacer con mi tiempo en exclusiva, y continuo ahora por el punto en que dejara Los detectives salvajes, que temo se me haga largo. Tengo otros en la recámara por si acaso. Es un libro de muchos libros, para las muchas horas.
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