No fueron, hace falta decirlo, 8 millones sino 8 euros de los de entonces, que valen más que los de ahora, que dieron para fiesta grande y gran confeti. Vaya bullicio y desenfreno, casi lo olvidé. No pasan los años para la chica del confeti, aunque yo no pueda saberlo, hace tiempo que no la veo.
Jugar juego, una primitiva un domingo como ayer, inspirado en que mi suerte está cambiando, un Euromillón si trae tanto que me quita el sentido. Tanto que juego sin querer ser premiado, con temor de perderme o no encontrarme.
No ha de tardar mucho en llegarme el premio, mucho o poco, qué sentido tiene buscarlo tanto sin resultado. Acción reacción, cada acto una consecuencia. No quiero ser Don Quijote derrotado por el tiempo y los molinos, acordándome de cada euro como una ilusión tirada al fondo del water.
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