Tengo un pequeño conflicto moral. Mi padre dice, y yo hago mucho caso a mi padre, casi lo idolatro, que el no entiende correcta una relación en la que solo hay formal respeto de una de las partes. Me explico, si yo a mi jefe inmediato, que se cree el dios apuesto entre ropas de rebajas, le hablo de pulcrísimo usted, ¿no sería lógico que el me dispensara idéntico tratamiento? ¿Acaso le debo mayor respeto yo a él? Por mayor vejez, por galones, por canas o por su mayor apostura. Mi padre dice que siempre que habló a subordinados suyos, corrijo porque el mismo se corrige, empleados del banco y lo hizo tuteando, siempre esperó que aquellos hicieran lo mismo. Mi padre está hecho de otra pasta. Sin saberlo es mejor. A mí, sin embargo, Fulano me habla de tu y sin favor, y yo le antepongo un señor a su apellido.
En el Corte Inglés algunos jefecillos te miran por encima del hombro, a nosotros porque apuesto que a las chavalitas las miran de rodilla para abajo (allá donde radica el descubierto). Otro amigo de las distancias siderales, de los escalafones sin límite, de los estamentos diferenciados, Mengano, dijo a viva voz:
- De aquí no se marcha nadie hasta las 22:15.
Y los becerros en el redil, ordenando y desordenando para volver a ordenar.
- "Oiga lo que quiera pero sin voces. Arriba duermen".