lunes, 4 de abril de 2005
Muere el papa
Ha muerto el papa más carismático y lo ha hecho sin llevar a término una misión extraordinaria. Decía: "Hemos de construir una civilización en el amor", y lo decía a los jóvenes porque ellos tenían la fuerza que debía lograrlo. Yo estoy en desacuerdo con algunas cosas de su pontificado, sobretodo con su postura contraria al uso del preservativo, su receta de abstinencia para curar un continente África, que se muere de SIDA. Desde hace mucho tiempo la Iglesia parece ajena a muchos jóvenes y viejos que consideran que con Juan Pablo II no se ha sabido o querido evolucionar a la vez que los tiempos. Pero a mí el papa me parecía un hombre bueno, un ejemplo desde los achaques de su vejez, porque es cierto que la vejez y la enfermedad no han de ser humillantes. Es una lástima que aquella misión de confraternidad y amor entre las personas no se haya producido. Una pena que parezca tan quimérica y que hayamos perdido a alguien que creía en ella. Porque los que crean en utopías, serán los únicos que podrán poner las primeras piedras.
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