Yo escribía de chavalillo un diario. En realidad fueron varias libretas de esas buenas, de tapa dura. Al colegio llevaba las más baratas, total para lo que habrían de albergar. A las cosas de los sentimientos siempre les di importancia. No hubiera quedado satisfecho volcando pensamientos sobre cuadernos de saldo.
Luego más crecidito y ya embrujado por este sub-mundo de Internet. Paralelo al real y tan real como aquel, inicié el primer Vivo y Digo, sigue colgado en su sitio, infectado de publicidad pero sin perder una coma ni ganar en sensatez.
Siempre creí que en los cuadernos y en el diario-web uno debía hablar de si mismo además de despotricar libremente, con el arma de las palabras, contra todo lo que no gusta o nos gusta poco. Sin embargo tanta batalla inútil contra molinos de viento ha terminado por arrinconar el pensamiento sobre mí y lo que siento, como si unos invitados tomaran la casa del anfitrión y lo obligaran a dormir y vivir en el frigorífico.
Tampoco hoy hablaré de como me siento, aunque sienta tanto que la palabra mucho no alcanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario