Me pidió permiso el otro día mi amigo Sergio Gaut Hartman para utilizar uno de mis relatos en una antología que van a publicar en Buenos Aires. Yo se lo di por supuesto y le pregunté si tanto habían bajado el nivel de exigencia. Él cortésmente me respondió que al contrario, pero yo sé lo que digo. Ahora bien, esto da que pensar en este invento Internet que vivimos como si nada y que logró recortar todas las distancias. Que gente que no se hubiera conocido nunca se pueda tratar a diario.
Esta mañana salí a pasear y me fui hasta la playa de Toró. Allí me encontré con un paisaje asombroso. Más allá de la playa las montañas están todas nevadas y me recordó vivamente los viajes a esquiar de hace unos años. ¡Cuánto los he disfrutado! ¡Qué ganas de regresar a la pendiente abajo y al viento frío en la cara!
Presumo que podré regresar a Valencia para pasar las festividades de Pascua. Ya anoté que junto al Tropicano Taurus y las zapatillas de deporte debo recoger la ropa de esquí. Estoy a unas dos horas de dos estaciones de esquí. Ya sé que es una afición que está por encima de mis posibilidades pero nadie está hablando de ir cada fin de semana, me bastará con ir alguna vez (saber que lo podré hacer). Se trata nada más de saber administrarse.
Por otro lado hoy viendo vencer a Roger Federer en el abierto de Australia comprobé que Coca-Cola Light ha sacado una nueva batería de anuncios de un carácter muy positivo en el que se aplaude la naturalidad por encima de cualquier otra cosa. Pero el aplauso más fuerte, el que queda al final de ese anuncio in crescendo, la gente en pie, es para todos aquellos que se atreven. Juro que estoy entre ellos.
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