Conviene enriquecer nuestro diccionario con palabras nuevas y necesarias. Yo no soy partidario de llenarlo de nuevos términos, si al final creo que no usamos más de 1000 o 1500. Pero cuando surge la necesidad porque ninguna de las existentes retrata la idea exacta, entonces sí debemos crear nuevas para poder expresarnos con más precisión.
Si estuviera en mi mano, que no lo está ni lo está en la de nadie lamentablemente, me entrevistaría con Lázaro Carreter al que podría abordar con su libro "El dardo en la palabra" (lo empecé en el Pleistoceno) para que me lo firmara. Allí mismo y sacando el tema casualmente discutiría con él la conveniencia de añadir por ejemplo el verbo "farrucar".
Leí la semana pasada el caso atroz de un celador al que tirotearon dos gitanos porque atropelló a la hija de uno de ellos cuando cruzaba.
Si uno va al detalle descubrirá que la palabra atropello le va grande a lo ocurrido, pues la niña apenas fue empujada por el coche que se detuvo al instante. De hecho el conductor intentó salir del vehículo para auxiliar a la víctima, pero no le dio tiempo.
Muy probablemente los pistoleros habían leído el caso de Farruquito y la justicia de los payos, sin duda les parecía insuficiente. Al ver caer a la niña se dijeron "Me han afarrucao a la niña" que significa que la han atropellado primero y que luego el juez impondrá al conductor una pena de risa. Esa es la verdad, si al atropello le siguiera una pena de cárcel de meter miedo nadie se habría tomado la justicia (¿dije justicia?) por su mano. Se habrían santiguado pensando en el pobre diablo que causó el atropello.
Pero ya nadie se fía de la justicia. Mejor si se pueden resolver las cosas así de pronto, en un arrebato, sin esperar a la decepción de una pena que remueve al muerto en su tumba (pobre Benjamín Olalla). Aunque en este caso no haya muerto, bueno sí, el conductor. Le vaciaron dos cargadores antes de que pudiera abrir la puerta del vehículo. Luego los tres, pistoleros y un acompañante para confundir se dieron a la fuga. Forajidos como los del antiguo oeste.
Porque por lo que sé, a la niña apenas se le debió lastimar un codo, y el susto gordo de ver que un coche se te viene encima (a mí me ha pasado yendo en bici). Entró en una clínica por una puerta para salir por la otra. Lo cierto es que la niña cruzó la calle por donde no debía y sin mirar. Se echó literalmente encima del coche que se detuvo nada más notar el contacto. La cría incumplió por tanto dos normas básicas que se les da a los niños desde muy chicos, a mi me las daban, claro que no sé si los padres que guardan armas de fuego en casa observan esas normas y se las trasladan a sus pequeños. Probablemente no, la niña podía cruzar por donde le diera la gana y en el momento que quisiera. La pistola dará las razones si faltan.
Uno lee la prensa a veces y sospecha que las cosas marchan mal y no tan lejos. Repara en que a poco que se pretenda algo se podrá remediar, que hay un gran margen de mejora.
Farruquito tuvo suerte, atropelló a alguien que no tenía una cuadrilla de pistoleros velando la calle. De todos modos y por si acaso, él apretó a fondo el acelerador para poner tierra de por medio. Más vale prevenir que curar.
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