Hay muchas maneras de ver la actuación de nuestra selección de millonarios en el Mundial de fútbol, algunos como el presentador del canal 4, que es un tío tan pesado que no lo moverían dos bueyes ¡con lo pequeño que es! entienden que hemos sido la gloria del torneo, y que quizá sólo un destino adverso escrito en las estrellas ha logrado lo que el fútbol no podría, que los nuestros se vuelvan sin el trofeo.
Este hombrecillo, el presentador de la 4, Carlos-como-se-llame merece capítulo aparte. La verdad es que se me hace difícil imaginar a alguien más paliza. Ya lo era cuando radiaba los partidos de liga, y mucho; pero con la bufanda de la selección puesta ha llevado su metralladora de palabras a frecuencias nunca vistas, con todo lo empalagoso de hacerlo con una mano en el corazón o en la entrepierna, sólo así se explicaría tanta palabrería por minuto. El tío se hinchaba como un globo y nos hacía parecer tan grandes como la marabunta que se congregaba en Colón, pero era un embuste, como esa marabunta que solamente agitaba banderas y brazos cuando se veía en la pequeña pantalla, mientras tanto comprobaba el querer y no poder de esos chicos de anuncio con la sensación de que aquel voceras nos estaba estafando.
Porque en verdad ganamos a Ucrania que se comportó como una banda, como un grupo de amigos, solteros contra casados después de una comida copiosa. Aunque luego, para resarcirse llegaran más lejos en el torneo que nuestros chicos, que no saludan a la gente, que no pierden un instante de concentración, del autocar al hotel sin despegar la vista de la puerta, de la alfombra, con los cascos puestos, con la mente en la PlayStation o en la guía de la tele.
Ganamos a Turquía y ganamos con apuros a Arabia Saudí, grandes potencias del fútbol sin duda, selecciones con gran pedigree. En verdad era un duelo entre iguales.
Al día siguiente de que Francia nos dijera que sí la experiencia es un grado y la inexperiencia es un lastre, alguien me dijo: ¡Alegra esa cara que no se acaba el mundo! Y yo ya no cojo una frustración o media por esa selección de incapaces. Me borré cuando le rompieron la nariz a Luis Enrique, entonces yo tomaba partido como en una batalla, y hubiera jurado que no hay injusticia mayor que ver a los nuestros de regreso por culpa de un arbitro sospechoso. Entonces sí sentía las derrotas como algo mío, lo que no dejaba de ser idiota, porque bastantes derrotas conlleva uno en la vida como para adjudicarse las de otros. Pero se siente con el corazón y no con la cabeza.
Ahora ya no me ocurre, al contrario. Observo el fútbol y a los futbolistas desde una distancia que me pone a salvo del orgullo hinchado de charlatanes siempre dispuestos a subir más en el elogio, a gritar más fuerte un GOL, a estirarlo para que dure más. ¿No sabe que es algo efímero?
Ahora me indigna ver a Luis Aragonés enfrentarse a Vieira desde la banda, maldecir a sus chicos porque seguro que no están haciendo el fútbol de ensueño que él les recomendó hacer en el vestuario. Pero es que los chicos son humanos, aunque los titulares de prensa los quieren subir a los altares, y los más listos de entre ellos saben que tan pronto los disfrazan de héroes como son capaces de arrojarlos al fango.
En lo futbolístico solamente decir que Raúl que ha sido la persona con más suerte que yo encontré en la vida. Sin destacar en nada de nada, ni en regate, ni en desborde por velocidad, ya sin olfato (y nunca tuvo mucho), no tiene pase, no es creativo, ya no presiona a los defensas ¿para qué? Parece un viejo, se ha convertido en el brazo del entrenador de turno en el campo, supongo que está nada más para recordar a los compañeros las consignas que dio el que se desgañita en la banda. Y sin embargo sigue teniendo una legión de admiradores que se dieron palmadas en el pecho porque se encontró un gol por jugar tan arriba. Desde hace dos años es un escollo insuperable, jugar con un hombre menos es dar demasiada ventaja. Pero no encontró quien le dijera que ya no vale porque ha perdido el puesto. Ni siquiera pasar gran parte de la temporada en el dique seco por una lesión hizo peligrar su sitio en el Mundial. Aunque aún deben retumbar las risotadas de los periodistas extranjeros ante la posibilidad de darle el balón de oro, en aquella lista de estrellas. ¿Cómo hacerlo figurar por delante de Shevchenko sin que entre la risa?
Claro que para consolarse por correr tan mal tiene 6 millones de euros al año, limpios de polvo y paja. Estoy seguro de que en el fondo de su corazón no puede creer la vida que tiene, y seguro que se la merece por ser una bellísima persona, aunque no por su calidad como futbolista.
¿Qué decir de Fernando Torres? Otro NIÑO que se ha inventado la prensa. Hace poco me preguntaban ¿sabes por qué le llaman el niño? Y yo decía: porque es jovencico. Pues no me decían, es porque no sabe meterla. Esa es la mayor verdad que he oído o leído de fútbol en los últimos 6 meses al menos. Pero el chaval da bien ante las cámaras y la prensa lo ha escogido para crear una figura más, doméstica y de andar por casa, no convenceremos de sus virtudes futbolísticas a los de fuera. Pero nos da para vivir entretenidos ojeando el periódico a la hora del café. Ahora, el chaval parece un poco subidito, tal vez alguien con más canas, más vivido debiera avisarle, fallar tanto tantas veces al final pesa más que el pelo peinado de cualquier manera.
Y podría seguir con todos ellos. Jugadores honestos sin duda pero incapaces. ¿Alguien se acuerda de la cantada de Casillas contra Ucrania? Salió a por un balón e hizo una cantada de sonrojo, pero como ganamos al día siguiente nadie la mencionó. Ningún periódico. Yo tuve la impresión de haber vivido un sueño. ¿Realmente hizo esa cantada? ¿Acaso la vi yo sólo? ¿Existió aunque fuera intrascendente? Y podría seguir con todos ellos, pero no tengo mucha gana.
Quizá son buenos futbolistas pero no saben jugar juntos. Siguen dejando pasar oportunidades. Y la prensa sigue haciendo castillos en el aire para que algo le duela al aficionado que siente que estamos ante la gran oportunidad. Ese aficionado se merece un resultado mejor, pero no llega.
¿Habría que pedir cuentas a alguien?
Probablemente habría que pedirselas al seleccionador, a la Federación o a ambos. Pero todo en el fútbol está fabricado del tejido de los sueños. No hay responsabilidades porque nada dura. Si alguien hubiera tenido un mínimo de vergüenza habrían destituido a Aragonés tras el lamentable suceso con Reyes y Henry ¡ese negro de mierda! dijo. Pero en la Federación como en la política se confía en la falta de memoria de la gente. Estamos dispuestos a olvidarlo todo si a cambio nos ilusionan con algo más.
Ahora resulta, lo oí el otro día, que Aragonés dijo antes del Mundial que si nos metía en semi-finales se volvería por donde vino. A las claras está que no llegamos hasta ahí. Caímos un trecho antes (o dos). Pero si ahora se le cuestiona sobre eso dice que "igual me convenía decir eso en ese momento". Y así vamos. La palabra se retuerce para ponerla al servicio de los intereses que sean. La palabra no vale.
No vale en el fútbol.
Fuera y entre algunos la palabra lo es todo. Cueste lo que cueste se es leal a la palabra dada. Y entonces se forjan alianzas que no están sujetas a la coyuntura.
Quizá es lo que se dio entre el presidente de la Federación y entre Luis Aragonés. No importa cómo lo hagas. No importa donde lleguemos. Tú seguirás pase lo que pase. Y el otro dijo que sí, aunque luego le faltara inteligencia para quedarse callado.
Tenemos Aragonés hasta la Eurocopa, es pronto. Pero no tardarán en decirnos que somos favoritos, porque entre ese ramillete de elegidos tenemos que estar siempre.
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