Yo a estas horas llego ya con la reserva. Pero hoy tengo que escribir porque hoy me han dicho que recuerdo a un mister España de hace unos años. Me lo ha dicho una señora de cuarenta-y-tantos y se ha quedado tan tranquila, ya le he dicho yo: "No me ha dicho nada" y he sonreído como lo haría Mister España al recibir la corona, el tanga o lo que sea que le den por lucir tan bien ante las cámaras. Gracias que los compañeros lo han oído, que sino luego nadie me cree.
Es evidente que no soy Mr. España, por cierto de dónde sale ese mister anglófono si nosotros tenemos nuestro Sr de "señor". Pues si resulta bastante raro llamarle a alguien Señor España si no es su apellido, más odioso ha de ser llamarle con ese Mister que los cerebros pensantes de la prensa deportiva nos han traído para sentirse innovadores. El Mister da órdenes desde la banda pero nadie lo escucha.
No soy Mister España aunque podría serlo pues si escarbamos un poco en la afortunada frase de mi clienta, predilecta a partir de ahora por razones obvias, tengo hechuras de modelo y hasta en el carácter, pues según me dijo me vio pasar el otro día con la calle y quiso saludarme pero yo andaba absorto con los cascos entretenido a buen seguro con alguna de las canciones de Joaquín Sabina o con la banda sonora de Amélie que quizá como caso particular, pero con carácter general, me eleva el ánimo con tanto subir, subir y subir de instrumentos al unísono.
Pero no bastó con que la mujer insinuara que tengo la belleza serena de un modelo, sino que la tengo del mejor de ellos. Ahí es nada. Del premiado a la postre, del figurín que espera el resultado de los votos por SMS ciñéndose un poco más el bañador y guiñando nerviosamente los ojos a los compañeros mientras piensa "yo soy más guapo que todos estos".
Lo curioso es que hace unas semanas, quizá ya unos meses una cría me dijo que me parecía a Aymé o yo que sé que sale en una serie de un hospital. El caso es que me acordé el otro día e indagué en Internet y me encontré a un tipo bastante entrado en años con lo que quizá estoy ya acabando la época en que aún pueden llamarme mozo o chico.
Es curioso, supongo que todo el mundo encuentra de algún modo alguna respuesta en los otros. Y no siempre es la que uno espera. Yo tengo un par de fans jóvenes, hermanitas por más señas, que vienen de otro pueblo y son más bien poco discretas, además de raras de ganar, ellas sí, un certámen de raros o tarados. Y sin embargo, cuántas ocasiones con otras personas, uno se llegó a sentir absolutamente invisible. Como si miraran a través de uno, como si no estuviera.
Marcos y yo lo contábamos con gracia, hay que remontarse muchos años, abríamos la boca para decir algún comentario ingenioso, como todos los nuestros, y de repente PASAN DOS CARROS.
Supongo que decíamos aquello de los carros porque se hacía un silencio como ante un desfile, la gente mira la procesión en silencio: y pasa un carro, y otro...
Hoy volví a la piscina. Al regresar me detuve un instante ante una máquina de refrescos aparcada junto a los vestuarios del campo de fútbol artificial. Y digo aparcada por no decir abandonada. Las luces naranjas de los compartimentos vacíos me advirtieron al menos de que estaba encendida . Yo llegué sediento. Los botes a Euro/unidad, bastante razonable. Miré mi cartera y encontré que tenía 4 euros en dos moneditas: 2+2. Me dije: No podía ser de otro modo.
Leí: "Esta máquina admite todo tipo de monedas y da cambio".
Esta frase tal cual no hay por donde cogerla, porque no creo que admita todo tipo de monedas, admitirá solamente euros. Pero en fin, tras leer aquello, de tan claro cristalino, introduje una de ellas y se oyó un clock y Schweppes Limón y cambio cayeron en sus huecos respectivos. Claro que el cambio no fue correcto, fallo mío. Te dicen que da cambio pero no hay porque esperar que sea el bueno. Algo te da, lo que sea, como una máquina de premio, como una tragaperras que siempre lleva más que arroja. Cayeron 60 céntimos. Una moneda de 50 céntimos y su hijita pequeña de 10. Da cambio, lo juro, con el incentivo de no saber bien cuánto. Tú echas y queda a su criterio. Es una máquina mágica, ya solamente queda pedirle que enfríe un poco más las bebidas.
Lógicamente por allí no había un alma a quien referirle la anécdota. Bastante suerte había tenido ya de no perder los dos euros como quien los arroja al estanque de los deseos. Que cambia las monedas por nada. Ya me pasó alguna vez, sobre todo con las monedas perdidas en una robusta cabina Timofónica, y se le queda a uno una cara tan de atontado que no encontrará quien le diga que si no parece Mister España merecería parecerlo.
No seas iluso, lo que puedes cambiar está al alcance de la mano. A veces con la voluntad sobra.
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