sábado, 13 de diciembre de 2008

Descolgado

Sigo sin Internet. La razón hay que buscarla en las teleoperadoras, que son todas de colgar de una soga. Son como las sectas, entrar es realmente fácil, ahora, salir...

Y no es que tenga gran experiencia en sectas, que apenas escuché atentamente una charla de Nueva Acropólis por ver cuán locos están, y quizá también una charla de los de Herbalife, que van con la chapita en el pecho como Elliott Ness frente a sus intocables (que eran insobornables, sí, pero tan tocables que palmaron el la peli casi todos). Claro que Herbalife lleva ahora en la chapa la camiseta de Beckham, y con Beckham por delante todo parece más atractivo, después de todo si el mozo se olvidó de jugar al fútbol no importa mientras mantenga ese carisma y ese cuerpo de gimnasta que se mantiene con algo más que infusiones de herbolario.

Pero yo no quiero hablar de Beckham, icono de nuestro tiempo, quiero hablar de que sigo sin Internet salvo los días que me escapo a un café en el extremo opuesto de donde vivo. Y sigo sin conexión porque para darte de alta todo son números gratuitos y comerciales sonrientes, pero para darte de baja aparecen los 902 y las esperas, que no sé hasta que punto son legales. Puesto que digo yo que para dar de baja a un paisano bastará con pulsar un solo botón. Pero para hacerlo se tiran 15 días con el número retenido, no sé si porque esperan que te venga el arrepentimiento y decidas que marchar no merece la pena.

Así que estoy a una semana de coger vacaciones por quince días. Y me temo que no voy a tener conexión antes de irme, porque Orange me dará de baja cuando le salga de sus reales, y luego Timofónica me dará de alta usando otra semana o dos para enviarme el módem que lo eche todo a funcionar.

Todo resulta cansino. Es de darse de cabezazos contra la pared, pero no lo hago. Recorro el pueblo de cabo a rabo bajo la lluvia diaria por comprobar mis cosas pendientes.

Paciencia de Anado se llama, paciencia y fe.

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