Tú me pierdes la razón.
Tú quieres volver - The Gipsy Kings
De vez en cuando echan el programa este... "El juego de tu vida". En el se han de contestar 21 preguntas con la verdad y nada más que la verdad. Es llamativo como con tan solo 21 preguntas (en el mejor de los casos) puedes llegar a conocer a alguien tanto. Y no se trata de conocer por conocer como se podría conocer en un chat casual en el que el uno pregunta por la edad, y el otro por si estudias o trabajas. Aquí conocer es indagar en lo más profundo del alma del otro, que no hay porquería, suceso nauseabundo, secreto inconfesable que no vea la luz por el dinero del premio que es mucho y más en tiempo de crisis.
En menos de 20 minutos se da ante las cámaras la desnudez total del anónimo concursante, que no es anónimo para familia y amigos que tal vez lo sean menos, familia y amigos, después del programa. Pues en este concurso se trata de arrojar a la vista de todos delitos, dependencias y en general cualquier cosa morbosa que de por si provocaría un daño irreparable al honor, bueno nombre o buen concepto que cualquiera pudiera tener del concursante, pero es que además la batería de preguntas sobre engaños, fraudes y demás se realizan delante de los más allegados, que no suelen irse de rositas y que la mayor parte de las veces aparecen animando a continuar y deseando que la tierra los trague, porque si es cierto aquello de que el dinero hay cosas que no puede comprar, del mismo modo tendría que haber algunas que no se pudieran vender. Estos familiares, parejas y demás allegados son muchas veces insultados pues el concursante no les tiene en el aprecio que creían, y muchas otras han sido engañados por infidelidades más o menos repetidas, o en el mejor de los casos el concursante, desnudo ante sus ojos, resulta ser una persona absolutamente distinta, y porque no decirlo, siempre peor de lo que ellos hubieran imaginado.
Pero no se trata solo de una confesión en toda regla acerca del pasado, del que uno podría salir rico y con la página en blanco para volver a empezar. Hacia el final del programa las preguntas hartas ya de sacar miseria y podredumbre llegan incluso a cuestionar sobre hipótesis no realizadas e incluso planes de futuro, con lo que el examen ya no será un punto de partida, sino que se convierte en un juicio final que no admite matices, mentiras piadosas ni medias verdades. Y es con estas preguntas, colocadas hábilmente entre las últimas en las que el programa da la estocada y entrega nada a cambio del fenómeno televisivo de haber arruinado una vida entera. Tanto esfuerzo, tal desprestigio para morir en la orilla. Porque esos futuribles, esos imponderables no están fijados a fuego como el pasado en la mente del concursante, que sabe bien si probó o no de drogas, si ejerció o no la prostitución o si mantuvo relaciones con una persona del mismo sexo, pero no sabe bien cuál es su pensamiento real cuando la pregunta se refiere a un hecho por acontecer. En este caso la verdad no es de él, la verdad es del polígrafo. Él no lo sabe, la verdad aparece difusa porque es un hecho por ocurrir. Ayer mismo una señora cuanto menos cincuentona, de Valencia que me era vagamente familiar del super o madre de alguien, tras demostrar a las claras que su matrimonio era un naufragio en el que todos engañan a todos, siendo como era católica, apostólica y romana, de Biblia en cabecera de la cama, cuando ya tenía en el bolsillo del orden de 40.000 euros, después de haber reconocido habérselo hecho con un muñeco hinchable fue a encontrarse con una pregunta sencilla.
- ¿Has perdonado a tu hijo que fuera él quien le dijera a su padre que le estabas siendo infiel con otro hombre?
A lo que ella contestó tras un segundo de reflexión con el marido y el hijo delante:
- Sí.
A lo que la voz en off respondió:
ESO ES MENTIRA.
Y el juego se acabó. Se perdió el dinero y levanta de la silla, junta raíces con los tuyos y vuelve a casa con las miserias flotando en el ambiente, con los secretos, todos, de puertas afuera.
Lo cierto es que no recuerdo más casos, a pesar de que he visto este programa alguna veces. Sí es verdad que he preguntado en voz alta: ¡Pero de dónde sacan a esta gente! Incrédulo ante esas vidas controvertidas cuando no abiertamente depravadas. Y no quisiera pasar por un zoquete que es un puritano, aunque a mi vida probablemente le falte el picante que parece tener la vida de todo hijo de vecino, si bien en el fondo aquella exposición pública sea un hecho lamentable por cuanto esas experiencias, esos pensamientos son de uno y no tendrían que ser conocidos por nadie.
QUE POSESIÓN ES MÁS PRECIADA QUE LOS SECRETOS DE CADA UNO. QUE ME QUEDARÁ SI NI SIQUIERA MIS SECRETOS SON MÍOS. LA POSESIÓN DE SECRETOS NO ATIENDE A SALDOS EN CUENTA. LOS TIENEN LOS RICOS, LOS TIENEN LOS POBRES.
Claro que el dinero puede mucho. Y del mismo modo que alguien puede ponerse un pasamontañas para atracar un banco por dinero, también puede ir de cara con la verdad por delante y sin callarse nada. De aquí a la soledad purificado y redimido.
Quizá se trata de una de las mayores demostraciones de poder del dinero. Mucho más que cuando muestran palacetes y mansiones de los más ricos. Más que cuando sabemos que por dinero se venden cuerpos en pos de un orgasmo. Hay gente que vende lo que han sido, lo que serán y lo que están siendo al venderlo.
A algunos les sale bien dando por buenas las pérdidas que por fuerza ocasiona. A muchos otros algún embuste los devuelve a casa igual de pobres pero dando de murmurar a los vecinos, a los hijos y a los padres.
A estos dos consuelos les queda. YO SOY ASÍ, TÓMAME O DÉJAME. Y un segundo pragmático.
Lo echan por la Siete, no la ve casi nadie.
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