Tengo un colega que busca el éxito. Intuye cual puede ser el camino, pero no lo alcanza, quizá porque solamente comenzar a andarlo cuesta ya, de partida, demasiado trabajo.
Mientras todo esto ocurre, el tiempo lo condiciona, lo trata, lo modela. En definitiva lo dota de paciencia. Paciencia para esperar que ese trayecto sea alguna vez cinta transportadora, aunque no lo vaya a ser, la paciencia se agradece.
Los terroristas atentan, matan. Si este es mi altavoz al mundo, si estas letras se pueden leer en Veracruz, dejaré escritas que a los asesinos de ETA, les importa muy poco la vida de sus víctimas, aunque todas sean inocentes. Aunque en el destrozo de la última bomba se llevaran al otro mundo a dos electricistas que simplemente pasaban por allí. Cerca del concejal que era objetivo y sobrevivió.
A ETA le importa poco, porque en puridad no piensa que ese concejal sea culpable de nada, por eso no es un atentado tanto contra él, sino contra la sociedad que no admite fascismo tan grande. No se busca la muerte de ese particular porque se le quiera matar a él precisamente, se busca la muerte de forma simple y llana. En el despropósito que es la muerte de los dos trabajadores, se esconde su finalidad última. La Tiranía del terror que no ceja.
Atentan en un cementerio donde yacen los muertos del Euskadi. Y todo porque allí está la cúpula de un partido político. Porque no importa tanto la muerte de los que pasean por allí por visitar a sus seres queridos, si en el mismo lote, desaparecen los que están de parte de un partido político, respaldados democráticamente por votos del pueblo vasco.
Sembrar el terror es fácil. Pero no habrá felicidad.