Qué bueno el tiempo libre. Echo de menos la ladera aquella por la que caí corriendo. Hacía un día espléndido. La montaña era verde. Y sigue siendo verde en mi recuerdo. Sin la opacidad del olvido.
Me he recuperado a la vida. Vi recientemente pasar cerca la muerte que se lleva a otro. El autobús que me portaba, a mi portavoz de palabras, fue a embestir a un coche que por correr demasiado se fue a parar de repente, de la vida a la muerte hay tan poco. Salimos por las ventanas, quebrando los cristales, arrojándonos a la vía del tren por temor o miedo. El paisaje se llenó de ambulancias y policías. Con el autobús volcado sobre la vía, asesino.
Hablaré un día del miedo. Y nada tuvo que ver con aquello.
Pero me salvé, y conmigo lo que podré llegar a ser. Pero en mi tranquilidad, juro que no perdí los nervios, me he vuelto meditabundo. Y en mis pensamientos tengo cada vez más cosas claras, y una, la vida es el tiempo que pasamos. No quiero dinero infinito sino tiempo para mí y los míos, no quiero millares de billetes ni oportunidades de oro, pues lo más preciado que tengo y tendré es el tiempo que alquilo. Y que no se paga con dinero, sino viviendo.
Irrenunciablemente tengo que salir. Hay compromisos adquiridos que me arrebatan al discurrir. Si por mí fuera me quedaría...