A lo largo de la semana nos hemos enterado de que la Audiencia de Madrid ha decidido conceder una prórroga en su libertad a Rafael Vera. La cuestión es que tendría que haber ingresado ya para cumplir los siete años de la sentencia firme por los fondos reservados sustraídos, pero es más listo Cobo del Rosal, flamante abogado de Vera y ha convencido a la audiencia de que para eso de encerrar en prisión, es mejor esperar un poquito.
Imagino que el teléfono de Cobo del Rosal debe echar humo, no debe tener un segundo de paz, desde luego si yo fuera un malhechor pondría mi fortuna, legal o sustraída para conseguir un abogado con su poder de convicción o con su mano en la justicia. Claro, que algo ayuda que el reo sea Vera.
Ya no importa que fuera condenado anteriormente y que fuera indultado como hacen en Valencia con los mejores "ninots" de las Fallas. Esto del indulto no lo entenderé nunca, estamos muy orgullosos de los tres poderes diferenciados, legislativo, ejecutivo y judicial; pero mantenemos una figura que no es sino una forma de enmendar la plana al sistema judicial. Decirle que no importan las pruebas que fundamentaron una sentencia firme, que el ejecutivo considera que se equivocó, o al menos que su sentencia no se debe aplicar.
Vera tiene ya pedido otro indulto, también tiene a Cobo del Rosal por lo que no hay que descartar nada. Nos dicen que la ley es igual para todos, que todos somos iguales ante la ley, pero él pisa más la calle que yo, que soy de bajar poco.
A Vera le aplazaron la entrada en la cárcel para después de Navidad para que la pudiera pasar divinamente, ahora le aplazan la entrada hasta Marzo para que arregle sus papeles de la jubilación, robó más de 600 millones de las antiguas pesetas (141 millones como mínimo para sí) pero quiere dejar zanjado el asunto de la pensión por su tranquilidad.
Algo está cambiando sin duda, no es que ahora los condenados puedan escoger cuando entrar en la cárcel, siempre pudieron hacerlo, es que ahora se les hace caso.
Si el tema no fuera tan serio a mí me recordaría al chiste aquel del sentenciado a muerte, al que le preguntan por su última voluntad y dice, aprender chino.
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