No diré aquello tan manido de que acostumbrado a verlo todo, ya nada me sorprende. No lo digo porque no es cierto, ni lo vi todo ni lo quiero ver.
Ayer nos atragantamos todos con la noticia de que unos desalmados, cabrones sin alma, se dedicaban a la violación sistemática de niños. En realidad de bebés, niños de un año y de dos. Hay que estar muy enfermo para cometer tal monstruosidad. No sé si en otros países ocurren estas cosas, a uno le sobran siempre motivos para llevarse las manos a la cabeza. En este caso, y en realidad como en todos, la justicia habrá de mostrarse implacable. Parece que a uno de los bebés le dieron un billete de cercanías para que se entretuviera mientras abusaban de él. Parece increíble que estas cosas puedan pasar. Yo pediría la mayor severidad en las penas, que esos jueces entiendan que en la libertad del individuo reside atenerse a la ley. Y cuando este no la respeta, al ponerse al margen, ha decidido. Si la cárcel no lo habrá de reinsertar, al menos que los demás quedemos a salvo largo tiempo.
Para estos en particular no hay calificativo que los describa, solamente la esperanza de que en el presidio reciban la ley del más fuerte que ellos aplicaron tan cruelmente, respecto a la pena no la hay de tiempo suficiente.
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