Mi condición de escritor se toma vacaciones muy largas y a voluntad de la inspiración que es la que manda, cuando no se tiene método. Pero de cuando en cuando regresa y me hace sentir escritor al fin y al cabo. Entonces me siento poderoso, como un superhéroe que pudiera abatir villanos aunque fuera a fuerza de aburrirlos. Entonces creo llevar un capazo lleno de palabras, y miro dentro como miran los dueños de cualquier cosa.
Yo soy dueño de más bien poco, aunque tampoco mis exigencias se desmadraron nunca. Ahora Sestea se compra un cochecito que la transporte entretanto discurro un modo de teletransporte instantáneo. En el que el pensamiento sea suficiente para encontrarnos.
Adquiere un Volkswagen Polo en gris antracita con efecto perla, y no sé si lo de perla se lo decían a ella o es que el coche es así. En todo caso seguro que el coche no será sino la concha que acoja la perla. En un gris que a mí no me convence del todo, porque el polvo se verá más, porque si algún enemigo soterrado llave en mano lo raya su pulso será más visible. Pero es que la niña viene de un 205 rojo que llevan a desguace sin atender romanticismos, y otro rojo no la convence del todo. A mí el plata reflex me gusta, desde siempre además, pero están las calles llenas de ese color (claro que sobre ese tono el polvo se disimula y las rayas con poco firmes que sean parecen del mismo diseño vanguardista que inspiró el frontal del coche).
En fin, se lo dan prontito y se viene con él a verme. Dice que le da cosa por ser nuevo, parece que tuviera miedo a un coche más seguro y mejor, que la llevará con aire acondicionado y cd en mejores condiciones. Aún quiere echar de menos un vehículo antiguo al que poco menos que había que sujetar las puertas al rebasar 120.
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