Lo bueno de un weblog es que uno puede hablar de lo que quiere, y de todo aquello contar solamente lo justo. Me vuelve a visitar mi amigo Salvador, conocido por el curso en este verano de SERVEF. Me firma el libro de visitas como debe hacer el mejor de los visitantes, un buen amigo. Me interroga allí por lo que callo, por lo que omito de la cena de las pulseras. Me pregunta si tendré redaños para contar algo más de lo ocurrido y sabe que no serán agallas lo que me haya de faltar. Que aunque procuro medir lo que digo, también me pasa que por abrir la bocaza luego voy de remordimiento en remordimiento. Y respecto a otras cosas, se dice más por lo que se calla. Yo tengo comprobado además que a veces las palabras no son suficiente. Que nacen con un destino, para cumplir su tarea pero se pierden, se vuelven extrañas al oído ajeno. Y si el mensaje no llega, ¿de qué sirven?
Comenta que todo eso de las pulseras le suena a despedida de soltero. Tiene razón. Pero estas cosas uno debe vivirlas por si mismo, no vale que le vengan con el cuento, no servirá de nada. A Salva se le echó de menos, necesitados como estábamos de un cara a cara, de sus chinas sin esconder la mano, como cuando compartíamos aula.
Habrá otras cenas, otras comidas y otras pulseras supongo. Espero verle entonces.
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