Compañera de viaje.
Caprichos de colores - Chambao
Explica el otro día Sonia lo de Andalucía te quiere en un comentario a uno de mis post. Para los de fuera dice. ¡Si yo apenas tengo asiduos! ¿No te das cuenta?
Pero por si los hubiera diré que yo me vengo regularmente con el ánimo bastante poco en serio, aunque haya días que arrastro los pies y me dejo aquí una parte de ese poso de tristeza que da sentir la felicidad tan lejos. Pero esos días son los menos.
Normalmente me vengo como el pitufo gruñón de los dibujos animados, que de niño mi madre me regaló un llavero con aquel muñeco en el extremo, ¡cómo fruncía la frente azul!, ¡cuánto me conoce mi madre!
Y llego siendo yo un batallón de uno solo solamente porque desde aquí puedo cargar contra todo lo que quiera, que no soluciona nada en absoluto, pero que al menos me sitúa en el mapa con mi propia opinión. Variable, variante, cambiando.
Sin embargo hoy no quiero que la entrada me quede como una de aquellas que son todo seriedad y melancolía. Y eso que quería citar la liberación de Ingrid Betancourt, aunque antes no hubiéramos dado un real por volverla a ver. Quizá sea la conclusión más valiosa, que siempre ha de haber una oportunidad para la esperanza.
Para mí a supuesto una alegría extraordinaria, porque aunque me pareciera un mujer en extremo ingenua e imprudente por su forma de exponerse, también es cierto que su situación desesperada me ganó sin remisión como ha de ganar a todo aquel con un mínimo de decencia ante cualquier secuestro.
Además encontré en sus palabras siempre un alto componente literario, un don para la palabra que no tenemos todos, lamentablemente. Y es casi seguro que su historia política apenas se ha apuntado e irá a más en el futuro.
Pero hoy quiero mencionar nada más a esas dos comadrejas que la retenían 6 años en la selva. Esos dos cobardes que tenían a los secuestrados permanentemente encadenados.
El ejército colombiano ha actuado con astucia para la liberación, esto es evidente. Pero también a la hora de mostrar a los secuestradores. Dos alfeñiques rodeados de uniformados de la policía militar de metro ochenta y cinco cuanto menos.
Porque la guerra contra el terrorismo se gana de muchas maneras. Pero también mostrando a un enemigo pequeño y rendido ante el más fuerte que por suerte, en esta ocasión, es el bueno.
No todas las semanas recibimos noticias extraordinarias.
Mi esperanza hoy está por los cielos. Está arriba y subiendo.
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