Ahora que el mundo está recién pintado.
Ahora - Joaquín Sabina
Llego en la víspera del viaje. Mañana me tendrá surcando los aires para tomar tierra cercano a las 12, el momento en que se le rompe el sueño a la Cenicienta, aunque yo tenga tan poco de Cenicienta, y tanto de calabaza. Aunque a mí el sueño no se me rompe, si acaso empieza.
Ya dije una vez, y vuelvo a sentir hoy en el pecho, la euforia de sentirme rico en tiempo, que de pronto es una sábana larga, digna del libro de los récords, en la que seré manteado hasta que caiga fuera de nuevo, que está por llegar. Pero antes empiezan las vacaciones, ese plazo de descanso y encuentro con la familia y con los amigos, que están tan lejos que a veces parecen prescindibles, y no lo son. Entre aquella sensación de entonces y la que hoy me embarga han transcurrido un puñado de meses. Más de un año, supongo, pero a mi edad los días son solamente un lapso confuso, como escuchar el caer de las bombas desde la profundidad de una trinchera excavada en la tierra. Sin saber bien donde está el momento exacto de lo que fue pasado y el inicio de lo que hoy perdura. Pero la siento igual, porque yo sigo siendo el mismo.
Probablemente el mejor motor de una vida sea tener ilusión por las cosas, y no me refiero a los bienes materiales obviamente, sino hacia el futuro y sus circunstancias esperanzadoras.
Yo hoy vuelvo a sentir que quizá sea la hora de dejar esta soledad de tantos ratos a solas, ella en mi ausencia.
Porque yo regreso a los abrazos.
A los besos.
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