lunes, 14 de diciembre de 2009

El coche

Una luz cegadora.


Ojalá - Silvio Rodríguez y Pablo Milanés



Anado no necesita coche. Parezco Radomir Antic hablando de mí en tercera persona.

No necesito coche, pero tengo esta semana caprichosa, por estas cosas mundanas de la existencia, lo frágil que podría ser la salud, la muerte que espera en algun parte, lo indescifrable del destino y demás impresiones que animan a comprar por gastar para vivir, por vivir intensamente, por hacer carpe diem que decían que era disfrutar del momento presente como si no fuera a haber mañana.

Pensaba para mí que si me llegara un premio de lotería igual me lanzaba a comprarme un Corsa OPC, sin que importe demasiado de qué cifra estemos hablando, que lo mismo me valdría 300.000 de un cupón del sorteo de Navidad como un boleto premiado del Euromillón con 60 kilos. Pues y no me veo en un cochazo de esos que gastan los futbolistas, no necesito un Ferrari, un Jaguar, ni siquiera un Mercedes, me bastaría con ese coche pequeño. Es todo lo que me compraría para conducir.

Porque ahora he vuelto a conducir. Prácticamente no lo hacía desde que saqué el carné de conducir hace casi cinco años.

Así de valiente es Sestea, pone su Volkswagen Polo en estas gafas y estas manos, pone su vida en esta vida.

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