Cuando te cansas de sufrir siempre me dejas.
Catorce vidas son dos gatos - Fito y los fitipaldis
Yo soy de escribir sin saber siquiera de las cosas. Soy así.
Así que de Haidar sé poco más que las cabeceras de los telediarios. Y puede que esta paisana sea toda una heroína en el mundo y viaje a recibir premios que la congratulan y la dan nuevas fuerzas para reclamar la independencia del Sáhara Occidental, pero hasta donde alcanzo no puedo menos que maravillarme, a la par que sorprenderme, por las muchas molestias que está ocasionando, que son tantas como las que nos estamos tomando con ella.
Porque vamos a ver, ¿no quiere un pasaporte español para poder regresar a su país con sus hijos? ¿Y eso por qué? Dice que volver con un pasaporte español sería como regresar a su tierra como una extranjera ¿alguien vio una gilipollez más grande? ¿no tenía antes uno de Marruecos que le fue retirado para dejarla en este embolado? Pues si antes viajaba con uno de allí, pese a ser el país que ocupa el suyo, digo yo que podrá hacerlo ahora con uno de España, que probablemente sea subir un escaloncito en el prestigio de turista que espera en la aduana a que le pongan el dichoso sello. Sin embargo la mujer se ha hecho fuerte en la tontería. Después de todo estas cosas de hacer entrar cruzar la frontera a alguien sin pasaporte solamente ocurren en España. Son cosas muy de Zapatero, que se ponía detrás de una ZETA gigante para dar los mitines.
Ella dice que está dispuesta a morir por dignidad y todas esas palabras grandilocuentes que en este caso no es más que testadurez y ganas de dar la tabarra. Los marroquíes mientras tanto, con el respeto habitual hacia nuestra diplomacia y quién sabe si cobrándose unas cuántas cuentas pendientes dicen que no la dejarán entrar en el país sin que haya pedido perdón al Mohamed, que es gentuza, indudablemente. Y claro, si lo tenemos crudo para lograr embarcarla documentada, mucho más para que pida perdón a nadie, y mucho menos a ese fulano. Así que aquí estamos, con ella cruzando el día 23 en huelga de hambre. Es un símbolo con fecha de caducidad. Y todos los medios volcados en ella para ver si logramos resolver lo irresoluble.
Cuenta el juez que no va a autorizar que la alimenten para que se respete su voluntad. Es uno más en este circo. La médico forense la visito el otro día, dice que no hay riesgo por ahora. Claro que yo que soy de opinar muy bravamente, sin que nadie se lo tome a mal, por mí se puede quedar en donde está, empecinada, con su rincón privado en el aeropuerto de Lanzarote. Si no quiere soluciones tal vez es que no las hay.
¿A alguien le importa el mendigo que duerme las noches en todos los cajeros o al raso bajo los cartones? ¿Alguien le preguntó cuando fue la última vez que comió?
La última noticia es que le ofrecieron una casa y todo tipo de atenciones mientras dure la cosa. O quizá una casa para siempre para que pueda traer a sus hijos a vivir, un poco mejor, como asilada política.
¿Sería esto lo justo?
Sus convicciones no se venden. Dentro de unos años sus huérfanos presumirán de dura de mollera. Tendrán una historia estupenda para contar. Un orgullo hondo.
Lo malo es que de ella, recuerdos vagos.
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